Un premio para la economía práctica


El Premio Nóbel de Economía entregado hace un par de semanas a Elinor Ostrom y Oliver Williamson me pareció a primera vista una buena elección. Ahora pienso que fue una excelente decisión. La razón es que la corriente económica predominante se ha vuelto extremadamente matemática y cada vez más aislada de la realidad. Muchos economistas se sientan en sus oficinas y derivan pruebas. Pocos salen y hacen el tedioso trabajo de examinar las estructuras institucionales que construyen los seres humanos para resolver sus problemas de la vida real. Entre estos pocos, están Ostrom y Williamson.

Las investigaciones de ambos dependen de valiosa información fuera del campo de la economía. Ostrom deriva mucho de ésta a partir de estudios de caso sobre recursos de propiedad comunal, y Williamson de historiadores de negocios tales como el difunto Alfred Chandler. Algunos han resumido sus investigaciones afirmando que las instituciones alternativas al libre mercado funcionan muchas veces bien. Pero esa aseveración puede llevar a la conclusión errónea de que las soluciones gubernamentales son la respuesta. Los mercados libres son solo un subconjunto de las instituciones libres.

Una mejor manera de resumir su trabajo es señalando que lo que Ostrom y Williamson realmente demuestran es que las asociaciones voluntarias funcionan.

Veamos el trabajo de Williamson. Partiendo de las investigaciones de Ronald Coase, Premio Nóbel de Economía de 1991, acerca de porqué existen las empresas, Williamson mostró que estas instituciones voluntarias existen para resolver problemas que son difíciles de solucionar mediante transacciones de mercado impersonales.

Tenemos, por ejemplo, una mina de carbón que depende de una línea de tren para despachar su producción. Antes de que el dueño de la mina logre desarrollarla, quiere estar seguro de que el propietario de la línea de tren no cobrará un precio de monopolio. Antes de que el potencial dueño del tren construya los rieles, él quiere estar seguro de que el dueño de la mina, su único cliente, no tratará de aprovecharse de él pagando un precio por debajo de la cantidad que lo compensaría por su alto costo fijo. La solución: integrar verticalmente. Que el dueño del tren también sea el dueño de la mina y así soluciona el problema.

Antes del trabajo de Williamson, muchos juristas y economistas habían visto a la integración vertical como una manera de adquirir poder de mercado. Este argumento tenía poco sentido, como lo indicaran los académicos especializados en antimonopolio Robert Bork y el difunto Ward Bowman, ya que es difícil multiplicar el poder de mercado utilizando la integración vertical. Como señaló el comité del Nóbel, el trabajo de Williamson derivó en menos preocupación acerca de que la integración vertical aumente el poder de mercado y esto ha causado que jueces y reguladores antimonopolio sean menos hostiles a la integración vertical.

Aunque el comité del Nóbel no resaltó el artículo clásico de 1968 de Williamson, “Economías como defensa antimonopólica”, yo lo haré. En él, Williamson demostró que las fusiones horizontales de empresas en la misma industria—inclusive aquellas que aumentan el poder de mercado y en las que esta situación resulta en un precio más alto—pueden generar eficiencia. La razón radica en que si las fusiones reducen los costos, la reducción de éstos puede crear más ganancias para la economía que las pérdidas incurridas por los consumidores por su precio más alto.

¿Y qué hay del trabajo de Ostrom? Muchos economistas conocen el clásico artículo del difunto Garrett Hardin, “La tragedia de los comunes”. Su idea era que cuando nadie es dueño de un recurso, es sobre-explotado ya que nadie puede controlar su uso y cada persona tiene el incentivo de consumirlo antes que otros. Esta idea nos ha ayudado a comprender bastante el comportamiento humano y ha llevado a que muchas personas clamen porque el recurso sea propiedad privada o controlado por el Estado.

No tan rápido, dijo Ostrom. Examinando docenas de estudios de caso, ella encontró ejemplos de propiedad comunal que funcionaban—esto es, que no derivaron en los resultados trágicos previstos por Hardin—así como otros que no funcionaron. ¿Había diferencias sistémicas? Sí, e interesantemente los que funcionaban tenían una especie de sistema de derechos de propiedad, solamente que no era el de propiedad privada.

Basándose en sus investigaciones, Ostrom propuso varias reglas para administrar recursos comunales, las cuales, el comité del Nóbel ha resaltado. Entre ellas están reglas que claramente deberían definir quién obtiene qué, métodos efectivos para resolver conflictos, la obligación de que la manutención del recurso debería ser proporcional a los beneficios que las personas derivan de su uso, que el monitoreo y castigo sea realizado por otros usuarios o por alguien que está sujeto a una rendición de cuentas para con éstos, y que los usuarios se les permita participar en el diseño y la modificación de las reglas. Nótese la ausencia de soluciones gubernamentales impuestas desde arriba. En su trabajo acerca de economía del desarrollo, Ostrom concluye que las soluciones impuestas desde arriba hacia abajo no ayudan a los países pobres. ¿Estás escuchando, Banco Mundial?

En un artículo escrito con Harini Nagendra, Ostrom escribió: “Concluimos que las fórmulas sencillas acerca de la propiedad formal, particularmente aquella basada enteramente en la propiedad pública [estatal] de las tierras forestales, no resolverá el problema del uso del recurso”. Garth Owen-Smith, quién ayudó a resolver el problema de la propiedad común de los elefantes en Namibia al asegurar a los habitantes locales beneficios financieros compartidos del turismo y de la caza de trofeos, se basó en gran medida en el trabajo de Ostrom. Si los locales se benefician teniendo una población de elefantes, es mucho menos probable que los maten y mucho más probable que prevengan que otros lo hagan.

David Henderson

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Nobel de economía 2009: premio a la “<b>nueva economía institucional</b> <b>...</b>

A. BOLAÑOS - Madrid

Nobel_economia2009 Nacido en Estados Unidos y hombre. Desde que se instituyó el Nobel de Economía, en 1969, sólo 20 de los 60 premiados se habían saltado la primera condición. Y ha habido que esperar 40 años para que el galardón recayera en una mujer. La Real Academia de Ciencias de Suecia anunció ayer la concesión del premio a Elinor Ostrom, de 76 años, que comparte el galardón con Oliver Williamson, de 77 años. A ambos se les reconoce por sus investigaciones sobre cómo se decide en las organizaciones sociales, aunque desde campos bien distintos. Y, eso sí, ambos son estadounidenses.

La edición de 2009 completa así un elenco de premiados llamativo. A la sorpresa de la concesión del Nobel de la Paz al presidente de EE UU, Barack Obama, se suma que hay cinco mujeres entre los galardonados, lo que también ocurre por primera vez.

Ni Ostrom ni Williamson estaban este año en las quinielas. En el caso del profesor de la Universidad de Berkeley (California), también había cuentas pendientes. En 1991, el Nobel de Economía reconoció el trabajo de Ronald Coase, por formular la teoría de los costes de transacción y su importancia en la creación de grandes compañías. Pero muchos expertos atribuyen a Williamson el desarrollo de la teoría y su aplicación al funcionamiento interno de las empresas.

"Hay que tomar este premio como un reconocimiento a la economía de las instituciones", dejó escrito ayer en su blog Paul Krugman, ganador del Nobel de Economía en 2008, en un intento de conciliar las investigaciones de los dos galardonados. Pero el propio Krugman, como otros reputados economistas, reconocía no estar familiarizado con los estudios de Ostrom.

El trabajo de la profesora de la Universidad de Indiana es mucho más conocido en el ámbito de la ciencia política y el medio ambiente. Su obra se ha centrado en estudiar la gestión de la propiedad común, lo que la conecta de forma casi inmediata con la candente cuestión del uso de los recursos naturales. Ante la corriente de pensamiento imperante que descalificaba la gestión comunal de bancos de pesca, bosques o reservas de agua, Ostrom opone un ingente trabajo de campo que demuestra que la privatización o la gestión pública no son siempre las mejores alternativas.

La investigadora estadounidense ha estudiado decenas de casos en los que comunidades locales, cuando se han organizado en instituciones con reglas claras, tienen una autoridad colectiva legitimada y mecanismos de castigo para los que se salten las normas, logran una gestión eficaz y sostenible de esos recursos. Y que esas experiencias perviven durante décadas. "Hemos visto que los gestores externos muchas veces no disponen de la información sobre los recursos que tienen los usuarios directos, ojalá esto refuerce el sentido de capacidad y poder en los ciudadanos", dijo ayer Ostrom tras conocer la concesión del Nobel. "Estoy sorprendida por el premio y muy honrada", añadió.

El trabajo de Williamson se ha desarrollado en un ámbito muy diferente: la organización empresarial. Williamson ha analizado por qué las relaciones económicas con costes de transacción muy complejos son más fáciles de gestionar dentro de una empresa que en el mercado. Y también cómo influye las relaciones jerárquicas dentro de las grandes compañías en la resolución de conflictos. Sus estudios ayudan a definir cuándo la organización empresarial se hace tan compleja e ineficaz que aconseja externalizar ciertas actividades.

Otro ganador del Nobel de Economía, Robert Solow (premiado en 1987), citó la crisis financiera cuando la agencia Bloomberg le pidió que explicara con un ejemplo alguna aplicación práctica de la obra de Williamson: "Su trabajo puede y debe servir para cuestionar cómo funcionaban los grandes bancos de inversión y cómo ese funcionamiento llevó a lo que, en retrospectiva, resultó ser un comportamiento muy estúpido y arriesgado".

Elinor Ostrom y Oliver Williamson compartirán el Premio Nobel de Economía de 2009 y, por tanto, su dotación económica (10 millones de coronas suecas, casi un millón de euros). Sus estudios también parten del mismo origen, el análisis del funcionamiento de las organizaciones, para luego desembocar en áreas de investigación muy diferentes. Sus currículos desvelan otro punto en común: Valencia.

En su exhaustiva investigación sobre comunidades locales exitosas en la gestión de recursos naturales escasos, Ostrom resalta el ejemplo del Tribunal de las Aguas de Valencia, un jurado formado por regantes de ocho acequias que resuelve cada semana los conflictos sobre el uso de agua desde hace cientos de años. Y Williamson fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Valencia en 2004.

Otra coincidencia. Las principales obras de Ostrom (El gobierno de los bienes comunes) y Williamson (Las instituciones económicas del capitalismo) han sido publicadas en español por la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica.

EL PAIS.COM

ELINOR OLSTROM GANO EL PREMIO EN ECONOMIA, JUNTO A OLIVER WILLIAMSON

Por primera vez en la historia una mujer recibirá el galardón de la Academia Sueca en Economía. Es una estadounidense que investigó sobre las fallas del mercado. Lo comparte con otro economista de ese origen que avanzó en el mismo campo.

El Nobel de Economía fue para dos investigadores estadounidenses, entre ellos una mujer, la primera en la historia en recibir el premio. Se trata de Elinor Olstrom y Oliver Williamson, quienes obtuvieron el galardón por sus trabajos en el análisis de las fallas e imperfecciones del mercado. “Ambos investigaron cómo otras fuerzas, más allá del mercado, pueden aportarnos una cooperación organizada”, afirmó Mats Persson, miembro del comité sueco que otorga el premio. La elección de los ganadores refleja el cambio de aire a partir de la crisis internacional, que puso en cuestión el pensamiento económico dominante de las últimas dos décadas. Olstrom se destaca en el campo de la Nueva Economía Institucional. Sus estudios se basan en la acción colectiva, la evolución de las instituciones y su supervivencia a largo plazo. Williamson es un teórico del nuevo institucionalismo y autor del concepto de “mecanismos de gobierno”, para referirse a sistemas de control del riesgo asociado a cualquier transacción.

“Estoy conmocionada”, confesó Olstrom luego de enterarse de que la Real Academia Sueca de Ciencias la había distinguido con el Nobel en Economía, junto a su colega Williamson. La ganadora aseguró que los resultados de sus estudios pueden ser utilizados hoy en la lucha contra los problemas medioambientales. En sus trabajos plantea que ante situaciones de abuso dominante de los recursos humanos, “hay que llegar a soluciones alternativas a las planteadas por los teóricos del Estado o de la privatización”. “Estas no son las únicas vías para resolver los problemas que enfrentan quienes se apropian de recursos de uso común”, según sus conclusiones.

La economista propone un juego donde es posible establecer contratos vinculantes entre todos los participantes. Como regla se obliga a “cumplir de manera infalible” con los acuerdos iniciales y con estrategias de cooperación formadas por ellos mismos. Los resultados de sus modelos permitieron inferir acerca de la necesidad de contar con una estructura institucional, y sostiene que “el interés propio de los que negociaron el contrato los conducirá a supervisarse mutuamente y a reportar las infracciones observadas, de modo que se hace cumplir el contrato”. La Real Academia sueca consideró que sus trabajos demostraron “cómo organizaciones de usuarios pueden gestionar con éxito la propiedad pública”.

Olstrom es politóloga y economista. Nació en 1933, se doctoró en ciencia política en UCLA en 1965 y desde 1966 es profesora en la Universidad de Indiana. Fue la primera en poner el acento en la gestión de recursos comunes que “no pertenecen a nadie y que deben ser administrados colectivamente, como el agua, los bosques, las reservas de ganadería o el pescado”, señaló Martine Antona, economista del Centro de Cooperación Internacional de Investigación Agronómica para el Desarrollo (Cirad).

Por su parte, Williamson, nacido en 1932, está doctorado por la Carnegie Mellon University en 1963, y actualmente es profesor de Economía y leyes en la Universidad de California en Berkeley. Sus campos principales de investigación son la economía de las instituciones, la estrategia de las organizaciones, la burocracia, la política y los costos de transacción. “Sus trabajos pueden servir de estructura para la resolución de conflictos”, subrayó la Real Academia.

En sus investigaciones, Williamson constató que las transacciones que se desarrollan en el mercado pueden generar importantes costos vinculados sobre todo a los desacuerdos y conflictos que surgen. De acuerdo con su teoría de los “costos de transacción”, una empresa puede salir beneficiada a nivel financiero dando preferencia a las alianzas a largo plazo, que pueden permitir resolver discrepancias a través del contrato, y abandonando las operaciones a corto plazo efectuadas en mercados con múltiples actores. Su trabajo no parte de la idea de que los mercados son perfectos y se autorregulan, por el contrario, parte de sus fallas. “Se puede pensar que sus conclusiones son una reacción a los problemas que surgieron en los mercados financieras debido a la crisis económica mundial actual”, dijo Landi Gabel, investigador del Instituto Internacional Insead de Fontainebleau y antiguo alumno de Williamson.

Los dos economistas recibirán 10 millones de coronas suecas, equivalente a 1,4 millón de dólares. El premio fue dominado ampliamente por los estadounidenses desde su creación. El año pasado fue otorgado al también estadounidense Paul Krugman.

Página/12

Premio por escudriñar las instituciones del mercado

Premio por escudriñar las instituciones del mercado. La estadounidense Elinor Ostrom. – BLOOMBERG

C. G. A. – Madrid – 13/10/2009

Las pequeñas sociedades que se autogestionan y las empresas son realidades económicas con funcionamiento interno propio, y el estudio de las mismas ha valido el premio Nobel de economía a los dos ganadores de este año: Elinor Ostrom (la primera mujer que lo logra) y Oliver Williamson, ambos estadounidenses.

La elección de la Real Academia Sueca de las Ciencias es relativamente sorprendente, porque las apuestas por los ganadores estaban 21 a 1 en el caso de Williamson y 51 1a 1 en el caso de Ostrom. Ha optado por dos investigadores que se alejan de los temas financieros y bursátiles. Williamson, profesor de la Universidad de California en Berkeley, está considerado uno de los fundadores de la economía organizacional, el estudio de cómo las instituciones se crean y se desarrollan, y su impacto en el crecimiento económico.

Su trabajo sugiere que es mejor regular las grandes compañías que intentar dividirlas en varias o controlar su tamaño. El Nobel de 1987 Robert Solow, profesor emérito de MIT, declaró ayer a Bloomberg que "se puede y se debe interpretar el trabajo de Williamson como una manera de abordar la pregunta de cómo trabajan los grandes bancos de inversión y cómo eso ha llevado a lo que retrospectivamente suena muy estúpido y arriesgado", señaló Solow.

Transacciones complejas

Williamson se propuso aclarar por qué algunas transacciones ocurren en las empresas y no en los mercados, y concluyó que las organizaciones jerárquicas emergen cuando las transacciones son complejas y las partes son interdependientes. Según la Academia, encontró que las grandes corporaciones existen, en primer lugar, porque son eficaces y benefician a dueños, trabajadores, proveedores y consumidores, pero que pueden abusar de su poder y deben ser reguladas.

El ganador del Nobel, de 77 años, trabajó en el departamento de competencia de la justicia estadounidense en 1966 y 1967, y ha descrito sus análisis como una mezcla de los extremos de la ciencia social y la teoría económica abstracta.

Su trabajo ha influido desde la fórmula de la desregulación de la electricidad en California hasta la gestión de personal en empresas tecnológicas. También ha ayudado a las empresas a determinar cuándo conviene externalizar una tarea.

La profesora de la Universidad de Indiana Elinor Ostrom, especializada en medioambiente, ha mostrado que en ocasiones los grupos informales de personas pueden manejar recursos naturales como bosques y lagos mejor que el Gobierno y las empresas. Analizando propiedades comunales de bancos pesqueros, pastos y aguas, por ejemplo, Ostrom concluyó que los resultados son con frecuencia mejores de lo que predicen las teorías estándares y que los usuarios desarrollan mecanismos sofisticados y para tomar decisiones y reforzar las reglas al tratar conflictos de intereses.

A cambio, las reglas impuestas desde el exterior tienen menos legitimidad y hay mayor probabilidad de que sean violadas. Para que funcione el autogobierno la participación activa de los miembros del grupo es esencial.

La doctora en políticas, de 76 años, declaró ayer tras conocer el premio que se considera una "economista política", y que su trabajo debería animar a los ciudadanos a darse cuenta de que tienen capacidad y poder más allá de las burocracias que les gobiernan.

Sobre el calentamiento global, explicó que aunque es importante un acuerdo internacional, "podemos dar pasos a nivel familiar y comunitario". Ostrom presidió la Asociación Americana de Ciencia Política en 1996 y 1997.

Estados Unidos es un año más la cuna de los ganadores del Nobel de economía. La gran novedad es que se lo ha llevado una mujer, ex aequo con un hombre, algo que no había ocurrido desde que el Banco de Suecia instauró el premio, en 1969. Ya son 66 los galardonados del único de los seis premios que se entregan que no está incluido en el testamento de Alfred Nobel.

De los doce premiados este año por la Real Academia de las Ciencias de Suecia, cinco son mujeres: las estadounidenses Elizabeth Blackburn y Carol Greider (junto con Jack W. Szostak, premios de Medicina), por sus estudios sobre el envejecimiento de las células y su relación con el cáncer; la israelí Ada E. Yonath (Nobel de Química con Venkatraman Ramakrishnan y Thomas A. Steitz), por mostrar el aspecto y funcionamiento de los ribosomas; la escritora german-alemana Hertha Müller, y Elinor Ostrom. Desde 1901 se ha galardonado a 801 personas, de las cuales 40 pertenecen al sexo femenino.

Con el anuncio de ayer se cierran los premios Nobel de este año, que se entregarán el 10 de diciembre en sendas ceremonias en Estocolmo y Oslo (el de la Paz). Cada premio está dotado con 980.000 euros.

www.cincodias.com

por Juan Ignacio Sanz

La Real Academia Sueca de las Ciencias hacía público en el día de ayer el nombre de los galardonados con el Premio Nobel de Economía del año 2009. Un Premio Nobel que, a diferencia de los restantes, fue instaurado por el Banco Central de Suecia en memoria de Alfred Nobel como prueba del reconocimiento perpetuo por el Banco a su figura y aportación.

Motivo bastante para tener servida la polémica a la hora de conocer el resultado de la decisión.

Este año, en contra de las previsiones y expectativas creadas a su alrededor, el galardón recaía en dos personalidades norteamericanas: la politóloga Elinor Ostrom, de la Universidad de Indiana, y el economista Oliver E. Williamson, de la de Berkeley. Dos personalidades de diferente formación y procedencia académica, la una vinculada al campo de la ciencia política y el otro al de la economía, a pesar de lo cual ambos comparten un mismo denominador en común, como es el reconocimiento de la importancia de la organización económica (economic governance) en las distintas instituciones, mercado, empresas y gobierno político, a través de las cuales tiene lugar la organización de las relaciones sociales entre los hombres.

Efectivamente, ambos participan de un mismo objetivo, como es el de la comprensión de las organizaciones sociales a partir del análisis de las realidades económicas a las que se enfrenta cada una de aquellas formas de organización. Y aunque lo hacen, como hemos dicho, desde dos ópticas bien distintas en origen, los dos mantienen conclusiones también complementarias a su vez.

Distintas, ciertamente, son las visiones de los dos. Por un lado, Williamson aborda la importancia que el grado de dependencia de los agentes entre sí desempeña ante una determinada transacción, considerando que a mayor complejidad y especificidad de los activos negociados, mayor tendencia habrá a su ejecución dentro del perímetro de una organización empresarial, por ser la que mejor resuelve los conflictos que se pueden ocasionar; mientras que la menor dependencia de los sujetos contribuye a su ejecución en el ámbito de un mercado más competitivo y ajeno a la institución empresarial.

Organización centenaria
Por su parte, la profesora Ostrom analiza distintas formas de gestión colectiva de recursos (Governing the Commons: The Evolution of Institutions for Collective Actions (1990), incluidas las desarrolladas a través de algunas formas de organización social de antigüedad centenaria que existen en el Levante español, y cuyos criterios de gestión demostraron ser muchos más eficientes que los propios de una gestión absolutamente privada o, alternativamente, centralizada en una autoridad estatal, lo bastante lejana como para desconocer las preocupaciones y necesidades de una concreta organización social.

Y complementarias, ciertamente, lo son también las preocupaciones de los dos, circunstancia que justifica la concesión conjunta del galardón. Así, Williamson se preocupa de la regulación de las transacciones económicas ajenas al mercado, encuadrables en un perímetro empresarial y carente muchas veces de regulación detallada, ya sea normativa o contractual; es decir, se preocupa de la empresa como mecanismo de resolución de conflictos. Y, a su vez, a Ostrom le obsesiona el problema de la coerción de las reglas aplicables a determinadas formas de auto organización que nada tienen que envidiar a otras formas públicas o privadas de gestión.

Con todo ello, los profesores Ostrom y Williamson conectan y contribuyen al reconocimiento de otro ilustre economista, Ronald Coase, que también fue galardonado con el Nobel de Economía en el año 1991 por sus trabajos sobre los factores determinantes del tamaño de la organización empresarial y, muy especialmente, su teoría de los costes de transacción, que culminarían en lo que hoy conocemos como Análisis Económico del Derecho.

En definitiva, un Nobel de Economía que pone sus conclusiones, en unión del Derecho, la Política y la Sociología, al servicio de una mejor comprensión y explicación de la organización social. Algo que no siempre es fácil de conjugar.

www.expansion.com

NOBEL-ECONOMÍA

Washington, 12 oct (EFE).- El estadounidense Oliver E. Williamson, referente de la nueva economía institucional, fue reconocido hoy con el Premio Nobel de Economía por su teoría sobre el papel de las empresas como estructuras para la resolución de conflictos y su exhaustivo análisis de las transacciones económicas.

Williamson, profesor emérito en la Universidad de California en Berkeley, ha argumentado que las organizaciones jerárquicas, como las empresas, representan estructuras de gobierno alternativo, que difieren en sus enfoques para la solución de los conflictos.

El galardonado, de 77 años, se propuso explicar por qué algunas transacciones ocurren dentro de las empresas y no en los mercados y concluyó que las organizaciones jerárquicas emergen cuando las transacciones son complejas o no estándares y cuando las partes son interdependientes.

El marco general establecido por Williamson ha demostrado que puede aplicarse para analizar todo tipo de contratos incompletos, desde los realizados entre miembros de un hogar a los contratos financieros entre empresarios e inversores.

Nacido en 1932, en Superior (Wisconsin), se licenció en el Instituto de Tecnología de Massachusetts en 1955 y se doctoró en Economía en 1963 en la Universidad Carnegie Mellon.

Sus principales campos de investigación son la economía de las instituciones, la estrategia de las organizaciones, la burocracia, la política y los costes de transacción.

En 1960 realizó un Máster en Negocios en la Universidad de Stanford y durante su carrera ha sido un prolífico autor económico en el ámbito de los costos de las transacciones y las disciplinas afines.

Entre sus libros se encuentran: "Markets and Hierarchies: Analysis and Antitrust Implications", (1975); "The Economic Institutions of Capitalism", (1985); "The Nature of the Firm: Origins, Evolution, and Development" (1991) escrito con Sidney Winter; y "The Mechanisms of Governance",(1996).

Según la revista Forbes, el libro "The Economic Institutions of Capitalism" que escribió en 1975, fue un texto de referencia para el movimiento de la "nueva economía institucional" que cuestionó la idea de que las empresas sean sólo "máquinas" de producción de beneficios.

Williamson acuñó el concepto "mecanismos de gobierno" para referirse a los sistemas de control del riesgo asociado a cualquier transacción.

Desde 1997 es miembro de la Academia Estadounidense de Ciencia Política y Social y desde 1994 de la Academia Nacional de Ciencias. Además, forma parte de la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias, desde 1983, y de la sociedad de Econometría, desde 1977.

En 1957 se casó con Dolores Celeni y tiene cinco hijos, Scott, Tamara, Karen, Oliver y Dean.

Williamson comparte el premio con la también estadounidense Elinor Ostrom, que se ha convertido en la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Economía, desde que se creó esta categoría en 1968.

La academia ha considerado que las teorías de ambos autores se complementan en el ámbito del análisis del gobierno económico y los límites de las empresas.

El año pasado, el ganador fue el estadounidense Paul Krugman, creador de nuevas teorías que integraron el comercio internacional y la geografía económica, además de prestigioso articulista y opositor a las políticas del ex presidente de EEUU George W. Bush.

El Premio Nobel de Ciencias Económicas fue creado en 1968 por el Banco Central de Suecia, que financia el premio, en memoria de Alfred Nobel.

La Real Academia Sueca de las Ciencias se encarga de entregar el premio que desde 1901 ha otorgado los Premios Nobel a las personas o instituciones que hayan realizado logros destacables en las áreas de Física, Química, Medicina, Literatura y la Paz.

www.finanzas.com

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Libros y Tesis del 2010

publicado por paanews el 29 Diciembre, 2010

El  14 de julio, en la Fundación Bunge y Born, se realizó la presentación del libro de Sergio Britos, Agustina Saraví y Fernando Vilella.

Se trata de una publicación que presenta dos trabajos desarrollados en el Área de Agronegocios y Salud del PAA. El primero analiza las brechas de consumo de los argentinos en relación a una dieta saludable y el segundo la calidad nutricional  de unos 600 alimentos de consumo preferentemente infantil. El análisis se realizó sobre la base de una matriz de evaluación de la calidad nutricional de alimentos desarrollada como parte del trabajo.

Unas 80 personas acompañaron la presentación del libro, el que fue posible gracias al apoyo económico brindado por la Fundación Bunge y Born.

El 28 de junio se presentó el libro en el Salón San Martín de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

A raíz de una propuesta de ACSOJA, con el financiamiento de Bayer CropScience y con el trabajo del Programa de Agronegocios y Alimentos (PAA) de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires fue posible llevar a la acción las ideas y el discurso.

La presentación estuvo a cargo de Miguel Calvo, presidente de ACSOJA, Luis Mogni, en representación de Bayer CropScience, los autores del libro Fernando Vilella, Sebastián Senesi, Evangelina Dulce, Raúl Pérez San Martín y Marcos Daziano y contó con la presencia de la secretaria académica de la FAUBA, Marcela Gally.

Capítulo de libro presentado por los autores Hernán Palau, Sebastián Senesi y Fernando Vilella, en el libro titulado “Market Orientation: Transforming Food and Agribusiness around the Customer”.

Editores: Adam Lindgreen, Martin Hingley, David Harness, Paul Custance. GOWER Publishing Lmted. ISBN 978-0-566-09208-4.

El consumo de hortalizas en el Gran San Juan

Hortalizas frescas precortadas en la ciudad de Bs As. Estructuras de gobernancia, estrategias y restricciones asociadas al desarrollo del sector. Estudio de casos múltiples

Trujillo Becerra, Mónica María

Acciones colectivas de PYMES exportadoras como fuentes de competitividad: Consorcios de exportación de PYMES de especialidades alimenticias.

Impulsar el Valor en los Agronegocios. Análisis de factibilidad de mercado, para la implementación de una empresa especializada en certificación de calidad de productos agropecuarios, procesados e industrializados, en Ecuador.

Calidad y Competitividad en Empresas Agroalimentarias Argentinas

Impacto de la política europea en trazabilidad sobre elmodelo de gestión en la cadena de la carne vacuna en el ámbito del Mercosur

Pan de Vida: la adaptación de Cáritas Buenos Aires frente al escenario de crisis de 2001/2002 en Argentina a la luz de la Nueva Economía Institucional

La Cadena Cárnica Bovina en Colombia

Análisis de la Interfase Productor – Industria  de Papa Pre-Frita Congelada. Estudio de Caso: Kartofel S.A


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Consolatione Philosophiae: la teoría de las etapas en economía

La teoría de las etapas

En los escritos de la Antigüedad, tanto en Grecia como en Roma, se puede detectar ideas incipientes de la teoría de las etapas. En la Germania de Tácito (c. 55-120), por ejemplo, se lee que “el grado relativo de civilización de las diferentes tribus germánicas dependía del mayor o menor predominio de la agricultura y el pastoreo con respecto a la caza en su modo de subsistencia”. La idea de las etapas provenía de la de los ciclos, muy antigua en la historia política. El economista e historiador árabe Ibn Jaldún (1332-1406), así como Maquiavelo (1469-1527), le concedieron gran importancia; con Jean Bodin, uno de los pioneros del Renacimiento, aparece la idea de que los ciclos históricos pueden tener una tendencia acumulativa y creciente (la idea de progreso), y también analiza el Estado-nación embrionario (la República), sus instituciones, leyes e impuestos.

Mientras que Bodin pone mucho énfasis en los condiciones geográficas y climáticas, Francis Bacon da en su Novum Organum (1620) otra explicación cuando considera las llamativas diferencias entre las condiciones de vida en diversas partes del mundo. Bacon postula que “esa diferencia proviene, no del suelo, el clima ni la raza, sino de las artes”. Como ya se ha mencionado, la aportación científica de Bacon a la teoría económica se basaba en la experiencia, pero también en la producción. Su idea de que las condiciones materiales de un pueblo están determinadas por sus “artes” -esto es, si vive de la caza y la recolección, del pastoreo, de la agricultura o de la industria- ocupó un lugar muy destacado durante el siglo XIX en la controversia de Alemania y Estados Unidos con Inglaterra sobre teoría económica y política industrial. Durante la Ilustración el historiador William Robertson siguió la tradición baconiana: “En cada investigación sobre las actividades de los hombres reunidos en sociedad, el primer objeto de atención debería ser su modo de subsistencia. Según cómo varía éste lo hacen igualmente sus leyes y medidas políticas”. Las instituciones humanas estaban pues determinadas por su modo de producción y no al revés. La “nueva economía institucional” de los textos estándar de economía tiende a invertir la flecha de la causalidad, atribuyendo la pobreza a la falta de instituciones y no a un modo de producción atrasado.

Durante la Ilustración, y en particular entre 1750 y 1800, la teoría de las etapas ocupó el centro de la escena, sobre todo en Inglaterra y Francia. Desde 1848 en adelante, durante la expansión y ampliación geográfica de la sociedad industrial y la retirada de la economía ricardiana, la teoría de las etapas volvió a formar parte de la caja de herramientas de los economistas, ahora especialmente en Estados Unidos y Alemania. En aquella época los cambios fundamentales que se podían observar evidenciaban que el mundo estaba entrando en un periodo histórico cualitativamente distinto a los anteriores.

Las teorías de las etapas nacidas durante la primera Revolución Industrial -las de Turgot y el primer Adam Smith- nos presentan a los humanos primero como cazadores y recolectores, leugo com pastores de animales domesticados y después como agricultores, para alcanzar finalmente la etapa del comercio. Es muy significativo que desde finales del siglo XVIII los economistas clásicos ingleses concentran sus análisis en la última etapa de la evolución, el comercio -la oferta y la demanda y los precios-, más que en la producción. Durante el siglo XIX los economistas alemanes y estadounidenses insistían en una interpretación muy diferente de las etapas de desarrollo. Para ellos todas las etapas anteriores se asociaban al modo de producir bienes, y juzgaban un grave error clasificar la siguiente etapa de desarrollo de otra forma. Esta diferencia de opinión sentó los cimientos para la divergencia abierta durante el siglo XIX entre la política económica alemana y estadounidense y la que prescribía la teoría inglesa. Para los economistas ingleses la última etapa era del “comercio”, mientras que para los alemanes y estadounidenses era la de la “industria”.

Éste es el punto clave en el que se desvía la actual economía estándar, descendiente de la “era del comercio” de Adam Smith, de la economía basada en la producción a la que me referí anteriormente como el Otro Canon, descendiente de la economía continental europea (en particular alemana) y estadounidense. La teoría moderna del comercio internacional, tras ignorar la importancia de la tecnología y la producción, como he dicho antes, insiste en que el libre comercio entre una tribu del Neolítico y Silicon Valley tenderá a enriquecer a ambas partes. La teoría del comercio del Otro Canon, por el contrario, insiste en que el libre comercio no beneficiará a ambas partes hasta que hayan alcanzado la misma etapa de desarrollo.

Las teorías de las etapas también permiten entender importantes cuestiones relativas a la población y el desarrollo sostenible: La población precolombina de Norteamérica, que consistía esencialmente en cazadores y recolectores, se ha estimado entre dos y tres millones de personas, mientras que la población precolombina de los Andes, que había alcanzado la etapa agrícola, se ha calculado en doce millones. Esto da una densidad de población entre treinta y cincuenta veces más alta en los Andes, aparentemente inhóspitos, que en las fértiles praderas del norte. Así, el concepto de sostenibilidad sólo cobra sentido cuando se combina con una variable tecnológica, con un modo de producción.

Al concentrar su análisis en el comercio y no en la producción, la teoría económica inglesa, y más tarde neoclásica, fue equiparando poco a poco todas las actividades económicas entendiéndolas como cualitativamente iguales. Las teorías de la producción que se añadieron más tarde a esta tradición anglosajona de la economía -la teoría estándar actual- la veían esencialmente como un proceso consistente en añadir capital al trabajo, de una forma bastante mecánica comparable al riesgo de plantas genéticamente idénticas que crecen en condiciones idénticas. La economía desarrolló, por utilizar la frase de Schumpeter, “la opinión pedestre de que es el capital per se el que impulsa el motor capitalista”.

Al suponer que es el capital, más que la tecnología y los nuevos conocimientos, la fuente del crecimiento, enviamos dinero a unos países de África todavía preindustriales, sin atender a que ese capital no puede ser invertido rentablemente. Hace cien años los economistas alemanes y estadounidenses habrían entendido que la causa de la pobreza en África en su modo de producción, esto es, su ausencia de un sector industrial más que la falta de capital per se. Como juzgaban tanto el conservador Schumpeter como el radical Marx: el capital es estéril sin oportunidades de inversión, que provienen esencialmente de las innovaciones y nuevas tecnologías. Los economistas estadounidenses y alemanes de hace cien años también entendían las sinergias, y que sólo la presencia de la industria hacía posible la modernización de la agricultura.

Los textos estándar de economía no tienen en cuenta que las diferencias tecnológicas dan lugar a enormes variaciones en la actividad económica y por consiguiente también crean oportunidades muy diferentes para añadir capital al trabajo de una forma potencialmente rentable. La primera revolución industrial se produjo esencialmente en la producción de tejidos de algodón Los países sin ese sector industrial -las colonias- no tuvieron revolución industrial. Todos entienden la importancia de la revolución industrial, per la teoría del comercio internacional de Ricardo pretende convencernos de que las tribus de la Edad de Piedra se harían tan ricas como los países industriales con tal que adoptaron el libre comercio. No estoy presentando un espantajo fácil de combatir; como muestra la cita del primer secretario general de la OMC Renato Ruggiiero en la Introducción, ésta fue de hecho la concepción que configuró el orden económico mundial después del final de la Guerra Fría.

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La revista Foreign Policy, en uno de sus alegatos más ardientes en favor del libre comercio, un artículo titulado “Trade or Die” ('Comercia o muere') argumentaba que la razón por la que se extinguieron los neardenthales fue la ausencia de libre comercio, cuando en realidad su coexistencia con los sapiens tuvo lugar antes de que los humanos comenzaran a comerciar, cuando el comercio era como mucho un insignificante ritual de intercambio de regalos entre tribus. Aun así, los economistas se aferran al extravagante invento smithiano del salvaje dedicado al trueque, nuestro supuesto antepasado. Cabe señalar que en otra página del mismo número de Foreign Policy, al tratar el asunto de los precios relativos de las entradas de cine, reaparece el sentido común al señalar la importancia de la industria para la riqueza nacional: “Una noche en el cine es relativamente barata en los países con una gran industria nacional”.

La tradición económica estándar también llegó a desechar completamente el “suelo” en el que tenía lugar el proceso de añadir agua a la planta (capital al trabajo), con otras palabras el contexto histórico, político e institucional del proceso de desarrollo. La teoría económica estándar no atiende ni a la obvia concentración del cambio tecnológico en determinados lugares y momentos, ni a la extrema diferencia de “oportunidades” en distintas actividades económicas como consecuencia de ese efecto de concentración, ni al contexto en que tiene lugar ese proceso.
Cuando la tradición histórica alemana y la escuela institucional estadounidense se desvanecieron, también declinó la comprensión que tenían los economistas de la producción -de lo que se solía llamar “industrialismo”- como auténtica fuente de la riqueza. El economista sueco Johan Akerman explicaba brillantemente cómo se esfumó la producción en la derecha, la izquierda y el centro:

“El capitalismo, los derechos de propiedad y la distribución de la renta se convirtieron en las características esenciales, mientras que el contenido cardinal del industrialismo -el cambio tecnológico, la mecanización, la producción en masa y sus consecuencias económicas y sociales- fue dejado de lado, al menos en parte. Las razones para esta evolución se encuentran probablemente en los tres elementos siguientes: En primer lugar, la teoría económica ricardiana se convirtió en la teoría de las relaciones “naturales”, establecida de una vez para siempre, entre los diversos conceptos económicos (precio, interés, capital, etcétera). En segundo lugar, las crisis económicas periódicas son importantes a este respecto porque sus causas inmediatas se podían encontrar en la esfera monetaria. El cambio tecnológico, fuente primordial del crecimiento y la transformación de la sociedad, desapareció tras las relaciones teóricas que se establecieron entre política monetaria y fluctuaciones económicas. En tercer lugar, y esto es lo más importante, Marx y sus seguidores pudieron capitalizar el descontento del proletariado industrial. Su doctrina ofreció la esperanza de una ley natural que llevaba hacia la “lucha final”, en la que las clases inferiores se harían con el poder y la pirámide de la distribución de la renta se invertiría. En ese proceso en marcha el cambio tecnológico llegó a ser considerado únicamente como una de las condiciones previas para la lucha de clases.”

En resumen, en todo el espectro político se perdió la producción como núcleo de la actividad económica humana. El informe del UNCTAD de 2006 sobre los países menos desarrollados, “Desarrollo de Capacidades Productivas”, es un intento de devolver la producción al núcleo de la economía del desarrollo, que menciona varias de las ideas que presento.

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