TEORÍA DE LA AGENCIA

[José Rodríguez de Rivera © Copyright 1999 All Rights Reserved]

Esta teoría del grupo de teorías del Neoinstitucionalismo Económico reviste especial importancia para la comprensión, a nivel de "fundamentos" de la realidad de las actividades económicas en el contexto de lo que se denomina actividad empresarial. En realidad, si las teorías económicas deben tratar las formas de hetero-suministro (la diferencia básica entre actividad económica y no económica estaría en la referencia al Alter del que se piden prestaciones en la forma que sea), la teoría de la agencia, enmarcada en la consideración "institucional", en la que la empresa es considerada como "nexus de relaciones contractuales", configura una forma de observación y diferenciación de lo observado, que a pesar de sus evidentes limitaciones, ha precisado las categorías de análisis de esas relaciones de alteridad en la consecución de objetivos económicos, o de consecución de otros objetivos mediante una relación entre un mandatario y un ejecutante. Eso abre el campo de aplicación de sus categorías de observación y análisis al estudio de otras modalidades de ordenamiento de relaciones sociales: en la política, en la ciencia y educación, en la medicina etc. Incluso podría pensarse en una aplicación de estas ideas al campo del análisis de instituciones eclesiásticas.

1. Introducción

Para comprender el sentido y alcance de la Teoría de la Agencia es necesario recordar que sus presupuestos remontan a más de 200 años: a la tradición teórica económica de la época en que A. Smith construyó su modelo de la "mano invisible". Entre esas presuposiciones sobre el individuo humano destaca la concepción que luego se ha denominado de la “racionalidad económica” que afirma que el motor central del comportamiento racional es el deseo maximizar (es decir, una interpretación cuantitativa del deseo de optimizar) la utilidad personal.

En el marco de la actividad económica empresarial sería racionales el propietario (Principal) o su delegado en la dirección de los negocios (Agente) que tienden a maximizar su utilidad individual. No hay aquí que discutir la base de tal creencia (ver Tema Racionalidad) pero ciertamente es todo menos una verdad verificada teórica o empíricamente.

Cuando el desarrollo posterior a la Revolución Industrial creó la actual forma de sociedad capitalista, con concentración de medios y capital, y surgieron las grandes corporaciones que escapaban al control directo del empresario familiar anterior, se hizo evidente la necesidad de separar y distanciar propiedad y conducción/control. Incluso cuando un propietario intenta dirigir por sí mismo, ser su propio manager, se ve enfrentado a la complejidad de las exigencias de capital en una firma moderna (Berle/Means 1932) - de suyo, es casi imposible la propiedad única de una empresa y hay que recurrir a multipropiedad, y cada uno de los propietarios intentará maximizar su propia utilidad sacando el máximo de su inversión.

Los propietarios se convierten así en "Principales" al contratar managers o gerentes que conduzcan la firma en su lugar.

Para iluminar y aclarar en lo posible los problemas implicados en esta situación surgió la Teoría de la Agencia, también denominada "Teoría del Principal y del Agente" que se enmarca en la corriente de pensamiento del Neoinstitucionalismo Económico.

Fundamentalmente, esta exposición sigue a Ebers/Gotsch (1993)[1] y Picot/Reichwald/Wigand (1996).[2]

Esta teoría trata sobre todo de las relaciones entre los propietarios del capital, que en las sociedades anónimas constituyen la Junta de Accionistas, y sus órganos de representación en la empresa: Consejo de Administración y Dirección.

Los temas tratados aquí bajo este relativamente nuevo epígrafe de "Teoría de la Agencia" - o bajo el concepto alternativo de "Teoría de los Derechos de Propiedad"- han sido estudiados usualmente también por la llamada Teoría Económica Financiera (FET: Financial Economic Theory).

Como las otras teorías de esas corriente (por ejemplo, la de los Costes de Transacción, o la de los Derechos de Propiedad) también quiere explicar las razones de la existencia de esa institución que es la "Firma" (empresa). En lugar de considerar la firma como un ordenamiento "jerárquico" de actividades económicas (como en la teoría de los Costes de Transacción) aquí se la considera sobre todo como una forma especial de aplicación de la institución social que es el contrato.

El foco de interés de esta teoría recae así sobre la institución del "contrato" que regula las relaciones y funciones desempeñadas por un mandatario ("principal") y un ejecutor ("agente").

Ejemplos de estas relaciones contractuales son las existentes entre: comprador y vendedor, estudiante y profesor (al que en cierto modo contrata para adquirir conocimientos), presidente de un club de futbol y entrenador, paciente y médico, directivo y colaboradores, patrono y empleados, propietario y sus gerentes en la empresa, consejo de administración y dirección, accionistas y presidente ejecutivo de una firma.

Decidir quién es en esas relaciones el principal y quién el agente, es decir, quién dispone de más competencias o información para el desempeño de una actividad para la que se le "contrata" dependerá de las circunstancias. Un doctor puede ser contratado por un hospital o sociedad médica para actuar de agente, pero él mismo puede asumir el papel de principal cuando delega en sus médicos asistentes determinadas tareas, o confía a un asesor fiscal su declaración de impuestos. En realidad, todo el mundo social, en cuanto "organizado" (en asociaciónes, relaciones estabilizadas de forma más o menos firme, jurídicamente o por otros tipos de vinculación) puede ser considerado como entretejido de relaciones entre "principales y agentes" - aunque ciertamente, no es posible reducir a este tipo de vinculación todas las posibles variantes de ordenamiento social (un esposo no es meramente el agente del otro, como cuando se trata de llevar la casa, hacer el presupuesto etc.).

Lo que aquí se considera como característico es que el "principal", con la intención de facilitar la consecución de sus intereses, transmite o delega sus competencias de decisión en un socio contratado en un acuerdo específico al que concede una remuneración a cambio de sus servicios.

Con esta concepción de "institucionalización"[3] de relaciones contractuales (en distintos grados de vinculación) pueden analizarse no sólo la forma de institucionalizarse actividades de transacción económica que define la "firma", sino también otras modalidades de estabilización de relaciones en "contratos simbióticos" (ver tema Contratos) en que una relación de cooperación inter-empresarial es vista como si fuera una "institución" trans-institucional (respecto a las vinculadas en esa simbiosis). Precisamente durante los últimos años, esta categoría de análisis se aplica cada vez más al estudio de las "Redes" (alianzas estratégicas, distintos tipos de cooperación etc.) formadas por empresas que jurídicamente y en medios de capital son independientes (Reichwald / Rupprecht 1992[4]).

En el planteamiento teórico bajo el prisma de análisis que suministra el concepto de la Agencia, el planteamiento del problema central de la empresa es construido (en observación de segundo grado) en los siguientes términos que a su vez dan una interpretación de cómo el "principal" considera (construye en observación de primer grado, sus relaciones con el agente):

Para el principal, en ese tipo de delegación contractual, su propia ventaja consiste en poder aprovechar en interés propio las competencias y dominio de informaciones que posee el "agente". Pero al mismo tiempo, esa delegación origina un problema: en la medida en que la información poseída por el "principal" sobre los motivos, posibilidades de acción, y rendimientos fácticos del "agente" sea más imperfecta, en esa misma medida será también mayor el riesgo para el "principal" de que el "agente" no sólo oriente su actividad al cumplimiento de los objetivos que realizarían los intereses del "principal" sino también actúe en provecho propio, incluso en perjuicio de los intereses del mandatario. Por tanto, éste se ve confrontado con el problema de asegurar contractualmente que su agente aporte los rendimientos que mejor respondan a los intereses del "principal".

Si fuera posible que todas las partes poseyeran información perfecta y sin costes, entonces no sería necesario recurrir a la función del "agente".

Este es el problema que constituye el objeto central de la "Theory of Agency"[5]: estudiar la configuración contractual entre "principal" y "agente", en que el mandatario delega en su ejecutor competencias de decisión y ejecución, determinándose dicha relación por condiciones de reparto asimétrico de información y de incertidumbre así como por distinto reparto de riesgos. Además analizará los problemas planteados típicamente en las relaciones de ese contrato y discutirá qué mecanismos (de incentivos, de control, o de sistemas de información) pueden ayudar a manejar más eficientemente estos problemas.

En este planteamiento pueden distinguirse dos orientaciones teóricas: una normativa ("principal-agent theory") y otra descriptiva ("positive agency theory").

En la orientación normativa se considera el tema dentro del marco usual de los modelos matemáticos de la Microeconomía (Kiener 1990[6]), es decir, se trabaja en la construcción teórica abstrayendo pues en gran parte de los condicionamientos empíricos para aplicar mejor el instrumento-modelo matemático que permita decidir cuál es la solución óptima a ese problema planteado por el posible conflicto de intereses entre principal y agente.

La orientación descriptiva, a su vez, acentúa en su consideración del problema los aspectos prácticos y recurre así a la investigación sobre organizaciones.

Para hacer justicia a esta teoría debe considerársela en relación a las otras teorías del Neoinstitucionalismo Económico (Costes de Transacción, Derechos de Propiedad), pero también a nuevas alternativas planteadas desde la hipótesis contraria a la del "oportunismo" humano que domina en estas concepciones, es decir, desde la perspectiva que considera no sólo deseable, sino practicable estrategias organizativas basadas en la mutua confianza y espíritu de cooperación (como está sucediendo realmente en los nuevos planteamientos sobre Redes-Keiretsus). Entre ellas debería destacarse la aportación de la llamada "Stewardship Theory" en que se considera a los Agentes como motivados por una actitud de cooperación frente a los propietarios (Donaldson/Davis 1989, 1991, 1994[7]; Davis/Sschoorman/Donaldson 1997[8]). (Ver a este respecto el Tema Competición-Cooperación)

2. Conceptos básicos y presupuestos de la "Teoría de la Agencia"

2.1 Presupuestos de la teoría

La teoría se apoya en varias ideas básicas:

· Un concepto de organización construído desde la teoría de los contratos;

· Un modelo de "comportamientos" que se centra en la maximación de la utilidad, diferencias en los intereses de las dos partes, y actitud ante el riesgo en esas partes, así como en una preconcepción sobre la "racionalidad económica".

· Una concepción sobre la influencia que conlleva la asimetría en el reparto de información en las partes contratantes.

· Presuponer que la configuración óptima de los contratos de agencia incluye el cálculo sobre los costes de esa agencia.

2.2 Concepto de organización según la teoría de los contratos

Esta teoría considera las organizaciones y sus relaciones al entorno como "redes de contratos" ("nexus of contracts") establecidos entre las partes para regular sus intercambios (transacciones) económicas. Es decir: todo tipo de ordenamiento de actividades económicas que se manifieste como "organizado" (diferente a la forma en que se manifiestan otras interacciones en que no se percibe tipo alguno de regulación) es comprendido con este prisma de análisis del "concepto de lo contractual" como una "red" de contratos entre distintas partes.

Ejemplos: contratos de compra, de entrega, de crédito, de leasing, de seguros, o contratos salariales.

Los contratos vinculan jurídicamente o tácitamente derechos, competencias y obligaciones de las partes contratantes así como el reparto de los beneficios obtenidos. Es decir, son considerados como reglas de juego ("rules of the game") (Cheung, 1983; Fama/Jensen 1983, Fama 1980).

El concepto viene unido a la idea (central en la concepción filosófica del moderno liberalismo con su "atomismo individualista") de que toda organización, incluyendo sus relaciones al entorno, puede desagregarse en relaciones entre individuos. La Teoría de la Agencia presupone pues una Super-Teoría o Teoría Marco que no admite otras relaciones o influjos posibles que las derivadas de las acciones individuales. Elimina pues de su instrumental de observación analítica las categorías (como esquemas o condiciones de posibilidad) que permitirían observar además influjos o interacciones entre "sistemas" sociales (como en la dinámica de grupos, teoría del cambio o de conflictos sociales etc.). Es por tanto una teoría en que incluso la interacción social (no sólo la inter-individual) es vista como meros agregados de acciones individuales.

En conformidad con este estrechamiento del campo organizacional observado a las relaciones interindividuales se considera como algo sin sentido, en la teoría, todo planteamiento referente a "objetivos de una organización" o "acciones de una organización". Las mismas organizaciones son vistas, a este nivel teórico, como meras "ficciones legales que sirven sólo de nexo para establecer una serie de relaciones contractuales entre los individuos (Jensen/Meckling 1976: 310).

Consecuentemente, este planteamiento teórico excluye como concepto ilegítimo la habitual distinción entre "organización" y "entorno". Sólo existirían para esta teoría, a lo más, distintas formas de relaciones contractuales inter-individuales.

En lo que concierne a la configuración de tales contratos, la teoría acepta que las partes no lleguen normalmente a precisar con toda exactitud las modalidades en que se ha de desarrollar el cumplimiento de las tareas delegadas por el principal al agente. Por eso se trataría siempre de contratos imperfectos ("incomplete contracting").

La no compleción de los contratos se debería a la información imperfecta, a la incertidumbre de las circunstancias futuras en que deberá continuarse la actividad delegada, y a la anticipación de previsibles costes producidos al intentarse completar más la información o al elaborar todas las posibles alternativas que habría que prever.

Además se presupone que las partes son conscientes de esas imperfecciones en su contrato sobre la especificación de la realización de las actividades futuras. Por ello, contando con el posible "oportunismo" de las partes, se incluyen mecanismos de incentivación, control o información que compensen algo los efectos de la falta de precisión en el contrato.

2.3 Presuposiciones sobre los "comportamientos" de las partes contratantes de la Teoría de la Agencia

La teoría, en su análisis de las actividades empresariales y económicas, parte del supuesto (que no es discutido, sino simplemente aceptado como postulado inicial) de que los individuos que establecen estos contratos se mueven sobre todo por la expectativa de poder maximizar sus utilidades individuales.

Esta premisa abarca presunciones varias afirmaciones - con sus "constructos" teóricos correspondientes - sobre los siguientes aspectos del comportamiento (individual - el grupal no es ni considerado):

(1)El comportamiento humano responde al modelo de la "racionalidad económica" (o del "rational choice"): es decir se orienta sobre esquemas de preferencias dadas con estabilidad y consistencia (supuesto que se apoya en otro supuesto previo: el de poder representar en un modelo cuantitativo las preferencias individuales: según reglas de transitividad, etc.).

(2)El comportamiento individual (según esa racionalidad económica) se orienta al logro por "maximización" de una utilidad individual.

Aquí la teoría trabaja con el "constructo" teórico - que no es pues ninguna constatación empírica - de que una "decisión racional" debe concebirse tal como se la formula en la sintasis de métrica cuantitativa de la teoría económico-matemática clásica de la decisión. Es decir, según postulados de consistencia, transitividad etc. del modelo euclídeo, y no según otros postulados más amplios propios de la matemática de los conjuntos borrosos ("fuzzy sets") que no chocarían con las paradojas de la decisión según el modelo clásico.

(3)El individuo, se presupone en esta teoría, opera en su cálculo desde una posición oportunista - aplicación de ardides, engaño, maniobras de enmascaramiento etc., de forma que la interacción entre las partes contratantes asumirá conductas en que se intente no rendir lo contratado, presentación dolosa de los resultados obtenidos, interpretaciones sesgadas de lo convenido en provecho propio, etc. En realidad, el contrato principal-agente tendrá siempre como objetivo básico la reducción de esas intenciones oportunistas del agente.

(4)La "función de utilidad" abarca básicamente, una amplia gama de objetivos: monetarios (sueldos, premios, dividendos, participación en beneficios) y no monetarios (hacer carrera, prestigio e imagen, posiciones de poder frente a otros subordinados, ocio y tiempo libre, o verse realizado al aceptar el mandato del principal).

(5)Las partes orientan su conducta según esa racionalidad teleológica-instrumental y esperan una correspondiente orientación en la otra parte. Esto les permite anticipar en principio futuras conductas del otro o controlarlas mediante negociaciones contractuales.

(6)Las partes pueden tener una distinta actitud y grado de aceptación del riesgo implicado en sus decisiones. En general se suele asignar al principal mayor capacidad de asumir riesgos, y al agente un cierto grado de rechazo de riesgos.

Esta construcción teórica de este modelo de la Agencia implica, como secuela de la tendencia a maximizar utilidades propias (como principio que se presupone válido universalmente para toda conducta). la afirmación de una alta probabilidad de que exista un conflicto de objetivos entre las partes.

Mientras que el mandatario se interesa primariamente por un resultado favorable, el ejecutante agente puede orientarse así según cálculos de utilidad individual y actitud oportunista incluyendo en ellos la posibilidad de daños para la otra parte. La teoría interpreta pues - en su observación constructiva de la realidad - que el agente sopesará los aspectos negativos para sí (tiempo empleado, esfuerzo, costes) respecto a los positivos (remuneración, prestigio, posibilidades de hacer carrera) (Hartmann-Wendels 1992[9]). Se deduce pues de tales puntos, que el agente sólo aportaría al principal el rendimiento "óptimo" (en referencia al rendimiento ideal en la situación del mundo posible de información perfecta etc.) en la medida en que tales acciones produzcan resultados compatibles con los deseados por el cálculo egocéntrico propio. Es claro, que se deduzca también en la teoría de la Agencia, que esa coincidencia tiene asimismo el carácter de una situación límite altamente improbable, y que lo normal será que surjan "conflictos de agencia" - y costes.

El "Oportunismo" constituye aquí la variable central sobre la que se "construye" toda la visión teórica o prisma teórico con que se observa y analiza la realidad empresarial (restringiendo en esta visión el campo de lo observado a las relaciones entre el propietario y sus agentes).

Los críticos (entre ellos, los neomarxistas) indican que el modelo neoclásico no atiende en nada a este mundo de relaciones personales con intereses muchas veces encontrados y en las que pueden darse conductas de astucia y oportunismo. El modelo neoclásico carecería pues de toda base real, supondría un utópico mundo victoriano en que ciertamente se admiten los conflictos de choque de intereses pero donde se cree que un apretón de manos es realmente un sincero apretón de manos.[10] A tal objección, los representantes de la teoría neoclásica se refugian en su tesis básica de que su modelo sólo quiere crear un sistema (el del precio) en que toda otra relación sea irrelevante (incluyendo las interpersonales) para el eficaz funcionamiento del complejo mundo de las transacciones económicas, y creen que su idealización (“competencia perfecta”) supone realmente tal solución. Pero ese modelo se fija unilateralmente en las transacciones de mercado y no atiende tampoco a un elemento que debería ser básico en una concepción económica: el problema de la optimización en la misma asignación de recursos. Elimina esta dimensión para facilitar simplemente el modelo de precios, y esta decisión es ilegítima a nivel de la más simple teoría del conocimiento científico.[11]

En un símil[12] a lo que sucedía en la narración de la Odisea (Ulises tiene que ser atado al mástil antes de poder escuchar las sirenas sin peligro de ser seducido por ellas y arrastrado a su perdición), los Agentes deberán resistir el canto de las oportunidades. La posibilidad de atarles al mástil de la empresa, será pues un motivo central en toda esta teoría. Y sin llegar a fundamentaciones éticas se aduce aquí la máxima utilitarista de que el fraude termina por salir caro a quienes lo practican, no sólo a quienes lo sufren. Un coste inducido por el fraude oportunista es la pérdida de fama y el bloqueo consiguiente de futuras rentables operaciones. Aparte de que el vendedor fraudulento terminará estrellándose en cualquier mercado abierto a la libre competencia: el comprador deserta y recurre al competidor que ofrece a igual o menor precio mejores productos. Y lo mismo sucede con los directivos oportunistas: el mercado de trabajo ofrece muchas alternativas de personas bien formadas y que quizá exijan incluso menos que el agente oportunista.

Podría pensarse en una vinculación moral (en una reflexión ética sobre la empresa) en que se considere que la virtud de la lealtad y de hacer juego limpio (fairness) es superior al egoismo oportunista, pero no es ese el centro de las ideas de la Teoría de la Agencia. De hecho existen estudios de laboratorio psicosocial que aparentemente muestran que una estrategia honrada sería más popular, y con mayores perspectivas de éxito que una basada en el oportunismo egoista, con lo que se vería lo vulnerable - a nivel de comprobación empírica - de los supuestos de esta teoría (DeJong/Forsythe/Uecker 1985[13]; Axelrod 1986[14]).

En consecuencia lógica de estos supuestos sobre el oportunismo individual, la teoría deduce asimismo, de esta situación previsible, la necesidad - por parte del principal - de llegar a configurar mecanismos de control ("governance mechanisms") que motiven al agente a actuar en la línea de decisiones favorable a los intereses del principal y no a seguir sus intereses en estrategias oportunistas.

Entre los "mecanismos de gobierno" (de conducción y control de la relación) se cuentan: medidas de control burocrático como en el ejercido por la Junta de Accionistas sobre el Consejo de Administración y por éste sobre la Dirección, o la configuración de incentivos como sistemas de premios, participación en beneficios. Cada vez más se utilizan para este mismo fin los nuevos sistemas de información (que amplían lo que ya antes se pretendía con los "informes anuales" etc. - la cuenta de resultados, pérdidas y beneficios etc. deben comprenderse aquí, en primer lugar, como información al Principal sobre la forma con el Agente, la Dirección, conduce los negocios que se le han confiado. La configuración del "contrato" con los agentes sería pues una de las principales tareas para definir adecuadamente tales mecanismos de gobierno.

Nota complementaria: El concepto de "racionalidad económica" como presuposición de la Teoría de la Agencia
Antes de aparecer la ya citada obra más influyente sobre la Teoría de la Agencia (Jensen/Meckling 1976), los conceptos difundidos sobre la empresa en las exposiciones teóricas de orientación económica neoclásica se apoyaban en el supuesto de un mercado de capital perfecto y sin fricciones. Puede decirse que presionados por el uso de sus instrumentos matemáticos, los teóricos han adaptado su forma de concebir la realidad para que encaje mejor con la teoría (en dirección inversa a lo que la lógica de una investigación y trabajo científico debería hacer). De todas formas, luego se ha procurado suavizar esa rigidez de la interpretación teórica y se ha recurrido a un modelo más abierto: el de la teoría de los juegos, primero, y luego a la teoría psicológica (Statman/Caldwell 1987[15]; Simon 1986[16]).

De todas formas el concepto de racionalidad (de tipo teleológico instrumental) manejado y presupuesto en la teoría de la agencia sigue siendo el punto central de su concepción "teórica". Por esta razón remitimos aquí al Tema "Racionalidad Económica" donde se muestra la construcción de tal postulado y algunos aspectos críticos de tal concepción.

2.4 Repercusiones del desigual reparto de información (y otras competencias relacionadas con ésta)

La teoría inserta en sus presupuestos básicos la afirmación de un reparto asimétrico de la información entre las partes contratantes - en lo que concierne a la información relevante para la toma de decisiones y ejecución de las tareas delegadas. Esta presunción es considerada como "realista" pues en la observación de primer gradoo interpretación teórica de la realidad económica se cree poder constatar aquí que son los conocimientos, competencias y experiencias del agente lo que fundamenta el interés del principal por utilizar los servicios del agente. Y al mismo tiempo se constata un déficit de información en el principal con respecto a las posibles conductas del agente: es decir, a la difícil "observabilidad" de las posibles situaciones, intenciones y acciones fácticas del agente. Aparte de que tampoco serían observables perfectamente los resultados de tales acciones, y por tanto también el control sería incompleto.

Frente a estos elementos referentes al campo observado como real, el prisma de observación-construcción específico de la concepción teórica de la Agencia incluye también la consideración de un "mundo posible", el del hipotético caso de que todas las partes poseyeran la misma perfecta información obtenida además sin coste alguno. En tal alternativa pensada, la interacción o transacciones económicas (y de otro orden) estaría configurada de acuerdo al cálculo de la llamada "primera solución óptima" ("first-best") de forma que "ex ante" se especificaran todos los estados del entorno posibles y las correspondientes reacciones de las partes que quieren alcanzar esta relación de cooperación concertada sin dejar lugar a conductas desviadas de lo estipulado.

El modelo construye, en relación de contraste a tal hipótesis, la suposición de que en la realidad, la información y conocimientos de las partes es verdaderamente imperfecta, y distribuída asimétricamente entre ellas. Además, la obtención de informaciones para mejorar o apoyar las decisiones implica consumos de recursos, es decir, costes. Estas circunstancias son las que, en esta perspectiva de construcción teórica, se interpreta como condicionantes de ámbitos de indeterminación para la decisión, es decir, como condiciones de posibilidad de que existan espacios de "discreción" o alejamiento de la "first-best-solution"; y de "costes de agencia" ("Agency-Costs") que se tratan en el punto siguiente (Spremann 1988, 1990[17]).

Así es como la teoría llega al concepto (afirmación realizada en diferencia-negación, en este caso al mundo hipotético de la información perfecta) de un "déficit de información" en el principal respecto a la medida en que el resultado de las acciones o rendimientos del agente son atribuibles a su esfuerzo o a influjos del entorno. Sobre todo en situaciones "complejas" (donde la teoría ciertamente no profundiza en lo que esta complejidad implica para la constitución de sistemas de complejidad reducida como son los sistemas organizados) será muy difícil o imposible una imputación correcta del rendimiento real del servicio prestado por el agente - y consecuentemente también será difícil o imposible el control de tal servicio.

Hay que ver como una de las aportaciones más importantes de la Teoría de la Agencia el que llegue también a admitir (en contra del modelo de "máquina trivial" - ver Tema - empleado en teorías anteriores neoclásicas) que la realidad funciona realmente como "máquina no-trivial" trans-computable (según el concepto de von Foerster).

2.5 Costes de la "Agencia"

La teoría interpreta la realidad en el sentido de que las partes contratantes, presupuesta la conducta regida por la "racionalidad económica", enjuiciarán las ventajas de distintas alternativas a la concreción de una relación de agencia según el criterio de reducir en la medida de lo posible las desventajas derivadas de la desviación frente a la "transacción ideal" según los principios de la teoría neoclásica (la construida teóricamente según la hipótesis de un mundo posible de información perfecta etc. en que fuera posible la predicción y cálculo de conductas que llevaran a la maximación de utilidades individuales).

Expresado de otra forma, los "costes de la agencia" formulan, en la métrica económica, o son vistos desde el prisma de observación de la teoría, como traducción a la semántica de la métrica económica de la "diferencia" entre la solución óptima - "first best solution" (estimación en el "mundo posible" de la hipótesis o ficción[18] descrita arriba, como "óptimo de Pareto" y donde el coste de agencia sería cero) - por un lado, y la solución fáctica, es decir, el rendimiento fáctico obtenible según las circunstancias de imperfección de la información, "oportunismo" posible del agente, etc.

Estos costes de agencia se componen de tres magnitudes (Jensen/Meckling 1976[19]):

a) Costes de las medidas de supervisión emprendidas por el principal para establecer y controlar el cumplimiento del contrato de agencia (sobre todo ante el previsible oportunismo del agente). Estos incluyen los costes de la realización del contrato o acuerdo, ciertos componentes de incentivación al agente, premios a los riesgos asumidos, supervisión y evaluación o control de las actividades realizadas en agencia.

b) Costes del agente surgidos en su relación al principal: costes de su promesa de no actuar en contra del interés del principal - como los originados al tener que responder a las exigencias de control interno impuestas por el principal (gran parte de las actividades de control contable, auditoría interna etc.), o los costes de autocontrol, los de la obtención y proceso de informaciones sobre lo que espera el principal, o los costes de garantía (obligación de indemnizar por posibles daños al principal).

c) Costes residuales o valor del remanente perdido soportado por el principal, pero sólo en cuanto atribuibles a la relación de agencia: son los costes de la pérdida de bienestar a consecuencia de una decisión-acción del agente que no logra para el principal el máximo posible hipotéticamente (se evalúan como equivalente monetario de la reducción de esa reducción de bienestar).

La teoría interpreta (y afirma, en cierto modo como "hipótesis" básica de su construcción) que entre las transacciones efectuadas por relaciones observadas empíricamente en el mundo económico, los "contratos de agencia" constituyen una subclase privilegiada (la de los contratos regulados institucionalmente) en lo que concierne a la mayor eficiencia en reducción de costes de delegación o transferencia (hetero-suministro) de actividades a otros. Es decir, entre las distintas alternativas de "hetero-suministro" (que es en la teoría de los sistemas según Luhmann, el criterio de diferenciación de los sistemas económicos), la opción más útil sería la que se apoya en una regulación de esa delegación por "contrato" - que es a lo que llama "agencia" la teoría -, o lo que es lo mismo, la que minimiza costes de esa transferencia regulada de heterosuministro.

En este sentido, la teoría es también normativa, en cuanto que no sólo explica conductas y contratos de heterosuministro (aspecto descriptivo), sino también deduce que la forma de relacionar individuos en tales transacciones es la "mejor" fácticamente.

2.6. Crítica a esta determinación de los costes de agencia

La clasificación de Jensen/Meckling (1976) no es aplicable a un análisis que pudiera orientar en la práctica sobre el impacto que tendría una determinada conducta del agente sobre la cuantía del coste de agencia. Por esa razón, Demsetz (1995)[20] señala la necesidad de introducir un marco analítico más adecuado para tratar la conexión entre la decisión (ajuste) racional y los problemas de la conducta y cree que el pensamiento neoclásico podría suministrar tal marco.

Nota sobre los Costes económicos del Oportunismo
En una construcción de diferencia/comparación con la "first-best-solution", las teorías actuales basadas en modelos contractuales construyen su "second-best-solution" como un equilibrio del estado logrado que no maximizaría pues ni los objetivos económicos del agente ni los del principal.

Considerando la dificultad inherente a la elección del agente (sin información perfecta sobre si posee competencias de alto o bajo nivel) se deduce un primer tipo de costes ("adverse selection" es el concepto elaborado para señala esta posibilidad).

Cuando en esa selección se recurre a los métodos del "signalling" en que el candidato emite señales al Principal esperando le contrate, es claro que el coste de simular atributos que no posee será mayor que el de transparentar simplemente lo que es. Si esa señalización de sus aptitudes se realiza en referencia a dividendos, estructura de capital, inversión en capital etc. esos costes recaen sobre el agente.

Sobre este punto se han desarrollado modelos o teorías parciales. En éstas se parte de la premisa de la asimetría en información. El concepto de "señal" tiene aquí el significado de un atributo observable (lo opuesto a la opacidad) que permite al Principal hacer predicciones sobre, por ejemplo, la productividad de un posible Agente. Esas señales de capacitación del candidatos son interpretadas a la luz de la experiencia pasada, y son insertadas en una visión consistente global. La señal posee varias características:

(1) Es discrecional

(2) Implica costes

(3) El coste se incrementa con la intensidad o volumen de la señal

(4) En el límite, el coste es negativo, en relación al factor determinante de la capacidad para crear valor que se señaliza

(5) Debe someterse a la experiencia la interpretación de la señal.

De suyo, la elección de la organización de una empresa, su forma de trabajar con otras, sus sistemas productivos, pero también su misma estructura de financiación (Ross 1977[21], Leland/Pyle 1977[22]) pueden señalizar a un inversor externo la conveniencia de invertir en ella. La firma entera sería vista así como el "agente" que puede implementar los objetivos de negocio del "Principal" - inversor externo.

Aquí no hay lugar a profundizar en el tema, esencial en la economía financiera, de las alternativas de estructuración de capital, sus posibles efectos de apalancamiento etc.

Considerando los riesgos morales ("moral hazard") implicados en la inobservabilidad de la acción del agente, o procedentes de las "hidden informations", los costes pueden reducirse si existe ya una "reputación" del agente como un mecanismo de refuerzo contractual.

En su esencia, los costes de la agencia implicados en llegar a un equilibrio en "second-best-solution" no son sino una manifestación de la típica situación que modeliza el Dilema del Prisionero en la teoría de los juegos. En tal escenario, es claro que sería más beneficioso para ambas partes asumir una actitud cooperativa, pero parece que la minoría real que coopera se sitúa en una posición de precariedad ante los competitivos (ver Tema Competición- Cooperación).

Jensen/Meckling (1976: 328) consideran así que la relación contractual de agencia no es óptima (en cuanto construída en diferencia a la situación-abstracta de una información perfecta etc.), provoca costes de información y de ineficiencia, pero afirman también que definir de esta forma el mismo concepto de agencia - en referencia/diferencia al caso ideal - es tan absurdo como si un economista considerara la posibilidad de un precio cero para minerales y luego dedujera que el mundo real es "no-optimal" - en una especie de "análisis-Nirvana" .

3. Forma de plantear los Problemas fundamentales y Mecanismos de Solución a esos problemas en la Teoría de la Agencia

La Teoría de la Agencia construye su explicación de las conductas y transacciones observadas - desde el prisma de sus categorías de interpretación - en orden a dos grandes centros de relevancia: los problemas planteados en la delegación-agencia, y los mecanismos de control o solución de tales problemas.

3.1 Problemas de la Agencia: Inobservabilidad de la otra parte

Los problemas básicos que observa/selecciona la teoría - de entre una infinidad de posibles aspectos observables - se restringen a las "diferencias" en el nivel de información y de orientaciones de los intereses de las partes que intervienen en las transacciones en la esfera social económica, es decir, a la "inobservabilidad" u observabilidad sólo muy limitada de la otra parte en la relación de heterosuministro.

El constructo hipotético básico de la Teoría es aquí el que esa inobservabilidad del otro se traduce a asimetría o desigual distribución de informaciones (una posibilidad que ni consideraba la teoría neoclásica económica, pero que en un mínimo de realismo no puede quedar excluida).

En primer lugar se consideran las "hidden characteristics", es decir, no observabilidad total por parte del Principal sobre su posible Agente respecto a los inconvenientes o posibles riesgos implicados en la elección de una falsa persona ("adverse selection"). Es el problema que se plantea cuando se elige un Director del comité directivo, o cuando se emplea una persona para un puesto, y el riesgo se intensifica con el ámbito de tareas delegadas.

Para superar esta dificultad, se recomienda al Agente el empleo del "Signalling", es decir, que envíe señales o indicadores de sus capacidades al posible Principal (certificados sobre sus anteriores trabajos, títulos, etc. - todo lo que entra en un "curriculum vitae" bien ordenado -, y referencias de otros). Al Principal se le recomienda el uso de un "Screening" o busca de informaciones complementarias sobre el candidato a Agente (usando Tests, empleando las técnicas del Assessment Center para seleccionar los mejores etc.). En este contexto se recomienda también el método de la "Self Selection" en que el Agente sitúa al candidato en una situación o escena con problemas tan complejos que le permitirán captar (caso de que el Principal o un delegado suyo, como un consultor tengan las competencias suficientes) si el candidato posee el perfil adecuado - y por otra parte, tal situación puede motivar al candidato a renunciar a su solicitud.

Se habla también así de "hidden information" (Arrow 1985[23]) - la que posibilita "tirarse un farol" al agente -, pero sólo en relación a las informaciones necesarias para concertar el contrato entre principal y agente (antes de llegarse al acuerdo, o entre el acuerdo y el comienzo de la actividad delegada), y que son informaciones sobre las que no dispone directamente el principal o de que no puede disponer gratuitamente. Al describir esta situación, se deduce en la teoría la afirmación de que el principal deberá asumir el riesgo de que la otra parte, el agente, puede aprovechar su ventaja en información o conocimientos de forma estratégica en provecho propio, y no de forma óptima en favor de los intereses del principal.

La desigualdad en informaciones es considerada en esta observación teórica como oportunidad para el agente, guiado por su interés egoista, de llegar incluso a presentarse de forma dolosa como poseedor de informaciones de que realmente no dispone. Es lo que puede suceder al contratar a un consultor que se ha informado previamente sobre los responsables que le pueden contratar y conoce sus competencias y limitaciones en conocimientos específicos de un campo de trabajo. Esto le permitirá, como suele decirse, "tirarse el farol" de que posee mejores cartas que el otro jugador y planear una estrategia de juego que le permita ganar más.

El otro problema considerado como más relevante por la Teoría es el de la "hidden action" (Holmström 1979 y 1989[24], Arrow 1985[25]): aquí se trata de lo que sucede en la fase entre el comienzo de la acción delegada y la conclusión de la relación de agencia en referencia a las posibilidades y actividades reales del agente. Dado el margen de libertad en su actividad propia, el delegado o agente, puede elegir entre distintos medios para la consecución de los objetivos que el principal no puede observar exactamente, o sólo mediante costes muy elevados (imagínese un Consejo de Administración que para controlar el complejo aparato de dirección y management tuviera que montar otro aparato similar, de igual complejidad y por tanto igualmente costoso, para controlar a su agente - y además lógicamente se daría ahí un regreso ad infinitum....).

Aunque el Principal pueda constatar, ex post, el resultado final (en el Balance, en la cuenta de resultados u otros informes), no podrá así evidentemente conseguir información fiable sobre la situación ex-ante de las decisiones tomadas por su agente, o sobre los esfuerzos reales de éste. Es casi indiscernible si los resultados positivos finales se deben a los esfuerzos del agente o a las circunstancias externas (como sucede a veces en la relación política en que el Principal: Parlamento que representa la voluntad popular, no puede constatar si los resultados obtenidos en una acción política del agente - gobierno y su aparato administrativo - se deben a una política bien planificada o simplemente a efectos de coyuntura global).

Esta "opacidad" ("hidden action") de la agencia podría además tentar al agente a reducir sus rendimientos ("shirking": desatendiendo sus obligaciones) o a aprovecharse en interés propio. Es decir, la inobservabilidad u opacidad de la acción implica también el "riesgo moral" de las conductas oportunistas por parte del agente (similar al considerado por Williamson en su teoría sobre los costes de transacción) y que se denomina en la teoría "Hold up". En esta teoría como en la de los costes de transacción, es la "especificidad" de las transacciones (el grado de complejidad implicado) el motivo básico para que surja esa situación de riesgo.

Para entender mejor ese riesgo implicado en la opacidad de la intención ("hidden intention") de la otra parte, la teoría considera que el prlncipal que inicia la relación de agencia asume costes previos ("sunk costs") como inversión específica en el establecimiento de la relación contractual. Pero al llegarse a esa relación comienza a depender del agente (en una relación muy similar a la del Señor y el Esclavo en la clásica exposición hegeliana de esas relaciones).

3.2 Mecanismos de solución a los problemas implicados por la relación de agencia

La teoría tiene ciertamente, junto a su intención meramente especulativo-descriptiva de conseguir una visión coherente y vinculada a otras concepciones presupuestas, la de cierta "normatividad", al menos en cuanto teoría práctica que recomienda ciertas estrategias o formas de actuación.

Dado el tipo de observación selectiva de problemas que se ha expuesto en el párrafo anterior, es lógico que también se describan los mecanismos o instrumentos de que dispone el Principal para vincular el comportamiento del Agente de forma que se oriente a la realización de los intereses de su mandatario. La teoría, en sus representantes más destacados, plantea tres tipos básicos de "disciplinamiento" (imposición disciplinar de una conducta por parte del superior a su subordinado) del agente:

a) Incentivar al agente. Para configurar eficientemente estos incentivos se considera relevante, en primer lugar, la "participación en resultados" (Eisenhardt 1989[26]).

Un contrato orientado a los resultados podría vincular mejor las preferencias de principal y agente y reducir el potencial de conflictividad entre los distintos objetivos de ambos al determinar resultados comunes para ambas partes.

Esto podría además contribuir a reducir los costes de información, para el Principal, sobre la actividad de su Agente. Lo único a discutir sería la cuantía de esos repartos de resultados. En la praxis, sin embargo, la aplicación de esta idea en el llamado "Management por Objetivos" (MbO) ha tropezado con tales dificultades y efectos secundarios no previstos (egoismos departamentales, orientación al resultado sin atender a los "procesos" previos, etc.) que hoy casi se descarta generalmente en favor de otras soluciones (Hoshin-Kanri etc.).

Sin embargo, los contratos orientados al incentivo por resultados pierden eficiencia cuando es la situación del entorno la que probablemente determina el resultado, en tal caso el contrato supone un amplio margen de inseguridad para el agente y de incremento de riesgo. Si se atribuye al agente una actitud adversa al riesgo, es claro que el reparto de riesgos que implica ese tipo de contrato, le hará solicitar mayores incentivos. Pero eso empeora las condiciones para el Principal.

Una simultánea optimización en el reparto de riesgos y control mediante incentivos implica una cierta conflictividad entre objetivos parciales. La asignación óptima (en el modelo abstracto de idealización que sirve de término de comparación para definir el concepto de agencia) supondría que el Principal asume todo el riesgo, como cuando se justifica así el "salario empresarial" (beneficios del capital) y que el agente recibe a cambio - de su menor beneficio en relación a su esfuerzo real - un salario estable. Pero esta solución es manifiestamente insuficiente como incentivo al agente: en la medida en que su rendimiento no influyera en su remuneración habrá que contar con un menor interés por su trabajo. Esto significa que cerrar contratos orientados a incentivar por resultados siempre deberá hacerse en forma de compromiso para repartir resultados y riesgos (Hartmann-Wendels 1989[27]).

b) Otra posibilidad de mantener disciplinado al Agente consiste en un control directo de su comportamiento. Se acordarán así ciertas normas de conducta y se controlará su observancia, sancionándose negativamente su incumplimiento.

La Teoría de la Agencia interpreta que esta posibilidad es sólo realizable con muchas limitaciones pues formular las normativas correspondientes exigiría un gran caudal de información por parte del Principal y apenas sería posible en condiciones de complejidad media de las tareas a desempeñar. Además, la formulación de tales controles directos desincentivaría al Agente.

c) El mecanismo más empleado debería ser por tanto la mejora del sistema de información del Principal sobre su Agente (del Consejo de Administración sobre la Dirección, o del Parlamento sobre el Gobierno, o de una compañía de seguros sobre los directivos de los hospitales etc.).

Al hacer más transparente lo que de otra manera continuaría siendo "opaco" en lo que concierne a la actividad del Agente, se reducen ciertamente las tentaciones del Agente a comportarse de forma oportunista. Pero es claro que tales sistemas suponen también "costes de agencia". Esto es lo que sucede con los sistemas usuales de información contable y financiera - destinados de hecho mucho más a la información del Principal (junta de Accionistas etc.), o para informar, obligatoriamente, a Hacienda, que al control cibernético interno.



4. Aplicación práctica de la Teoría de la Agencia: Separación y Control de Propiedad y Dirección

Es claro, que la lente de aumento bajo la que esta teoría "observa-diferencia" la realidad empresarial concentra su luz y poder de resolución en los problemas de las relaciones entre Propiedad (Principal) y Dirección o Management. A pesar de poder haberse aplicado a otros tipos de relación contractual de transferencia de actividad - la dimensión heterosuministro - en otros campos (política, etc.), realmente el interés de la teoría ha recaído, quizá unilateralmente, sobre las relaciones entre propiedad y dirección.

La cuestión se enfoca además, bajo el presupuesto de una teoría unilateralmente pesimista (no aparece en parte alguna mención al importante mecanismo de coordinación social que es la Confianza - ver Tema Cooperación-Competición) en el que las conductas humanas se siguen viendo bajo el paradigma formulado antes por Hobbes de la guerra de todos contra todos. Esto viene además condicionado por la ascendencia o genealogía de la teoría que nos remite a fin de cuentas a la idea de A. Smith sobre "la mano invisible" (y su precedente en Mandeville de los egoismos privados que producen el bien común). Ante tal posibilidad de conductas oportunistas, al haberse hecho abstracción total de la posibilidad de otras conductas cooperativas en clima de confianza (que también son constatables - y necesarias - en la realidad social) es más que lógico que la teoría se concentre también en buscar mecanismos para restringir los riesgos de tales oportunismos (en ésto se asimila a la concepción de Williamson sobre los costes de transacción). Esos mecanismos - incentivación económica sobre todo, bajo la forma de participación en capital o beneficios, o como sistemas de premios, podrían ayudar a reducir el oportunismo del agente-manager (Lambert/Larcker 1985[28], Murphy 1985[29], Baker/Jensen/Murphy 1988[30]).

Por otra parte se trata la dificultad inherente a una participación en beneficios anuales (el ya mencionado problema del MbO) que podría acentuar la inclinación a planificar sólo a corto plazo y que aportaría efectos muy negativos para el conjunto, a largo plazo (Waegelein 1982[31]). Evidentemente, esto podría arreglarse con formas de participación orientadas a un plazo mayor (Brickley/Bhagat/Lease 1985[32], Narayanan 1985[33]).

Pero la investigación empírica muestra que la mayoría de los incentivos se vinculan menos al rendimiento que al tiempo de permanencia, y a distintos niveles de remuneración, permisos o formas de contrato temporal. Los teóricos de la Agencia afirman que esa configuración de los incentivos se realiza intencionalmente para evitar que el directivo se dedique sobre todo a la obtención de resultados directos (Baker/Jensen/Murphy 1988[34]: p. 597).

La solución práctica más usual en las firmas es el recurso al control a través del "Board of Directors" (USA) , o el "Ausichtsrat" (Consejo de Supervisión en Alemania) a los que en cierto grado sólamente equivale el conocido "Consejo de Administración" en España.

Tales comités tienen la función de supervisar en interés de los propietarios o accionistas el comportamiento de la Gerencia o Dirección efectiva - o reservarse ciertas tomas de decisión sobre iniciativas con mayor riesgo, o la aprobación explícita de medidas de este tipo por parte de la Dirección, así como el nombramiento de los Directores (Top-Management).

Pero los estudios muestran que en situaciones críticas estos órganos de control no logran asumir esa función con la eficiencia deseable. Parece que tales órganos no eliminan casi ninguno de los problemas de la relación Principal-Agent, sino a lo más los encubren o quizá reducen mínimamente. Gerum/Steinmann/Fees (1988)[35] mostraron así que el Consejo de Supervisión apenas si ejerce una influencia perfectible sobre la política de empresa real (a través de listados de negocios que precisan su asentimiento) y que apenas si logran un control "ex-ante" sobre la gerencia.

Además, los pequeños accionistas tampoco pueden ejercer influjo alguno (por su falta de conocimientos especiales, o su mínima participación en el poder de sanción de la Junta de Accionistas). Y el ejercicio de tales controles no les compensaría, por los costes implicados en ellos. En el caso de sociedades con acciones públicas apenas puede pues hablarse de un control eficiente sobre el Management.

En cambio, la Teoría abre el camino a otras alternativas de regulación del Agente mediante el recurso a los "mecanismos de mercado" (a la inserción de la otra parte de la diferencia entre empresa/mercado) - (Picot/Michaelis 1984[36]: 261).

Si pudiera presuponerse un eficiente mercado de capital - liberado en gran parte del efecto obnubilante de la especulación pura -, las reacciones de los posibles inversores en ese capital ante el curso de las acciones serían un buen indicador del éxito logrado en la Agencia (algo similar a lo que es el barómetro de opinión o las decisiones de voto del electorado en referencia a los resultados de la Agencia-Gobierno) y con ello serían también un indicador - en forma de nota de examen - de la eficiencia de los Agentes - sus perspectivas de "carrera" como managers deberían depender pues de tales resultados.

Naturalmente, tal posibilidad de influencia y control indirecto sobre los Agentes dependerá en gran parte del "mercado de trabajo" para Managers. El índice de precios - es decir, de sus remuneraciones - debería indicar el aprecio o no conseguido por ellos en vistas a su posible rendimiento como Agentes. Pero existen más que fundadas dudas sobre la eficiencia de tales mecanismos indirectos. No en último lugar, esos Agentes, sobre todo cuando acumulan gran poder de decisión económica pueden manipular en su favor todo el aparato que se les ha confiado, como confirman casos recientes en España, con los famosos de la Jet-Society, con algún banquero y sus inversiones incluso en medios de difusión para fabricarse "imagen" - incluso a costa de los beneficios de su Principal, o grupo de accionistas, la mayoría pequeños.

Además, en principio, la "calidad del management" es una magnitud muy difícil de medir y es fácil atribuir al entorno cualquier fracaso (como suelen hacer también no pocos Agentes en la relación política). Swoboda/Walland (1987[37]: 225) concluyen que la transparencia de la actividad y del mercado de Managers es muy escasa como para poder garantizar un control efectivo.

Conclusiones

La teoría de la agencia ha subrayado la importancia del problema implicado en todo organizar al tener que "delegar" competencias. Se trata evidentemente de un riesgo muy serio para todo sistema organizado.

Pero querer construir toda una teoría de la organización sólo sobre esta relación entre "principal" y "agente" es prácticamente imposible. Una somera enumeración de los métodos realmente aplicados en la praxis empresarial, desde la vieja descripción y determinación de puestos de trabajo, hasta los modernos métodos de configuración de procesos - con todo el aparato de descripción y modelado apoyado en informática (Workflow, por ejemplo) - muestra claramente que ahí se manejan magnitudes y problemas no reductibles a la relación de desconfianza entre el principal y sus agentes.

Por otra parte habría que plantearse el por qué en el enfoque sólo se considera el posible oportunismo del agente y nunca el del "principal" ¿es que los propietarios son de una raza inmune a las tentaciones?

Traducir el complejo mundo de las relaciones múltiples de una organización a un esquema de interpretación en que sólo contaran las relaciones díádicas supondría casi una visión de película de terror psíquico: cada empleado tendría que estar pensando constantemente que el otro le va a querer engañar, defraudar, apropiarse de los frutos de su trabajo, etcétera. En tal mundo, sin "confianza", la actividad práctica quedaría paralizada.

Como los otros planteamientos de este enfoque económico sobre el organizar, en éste se ignora la misma realidad "social" del ser humano, la constitución geno- y fenotípica de su carácter realizada en comunicación y confianza con otros, la exigencia básica, incluso para la supervivencia de la especie, de la "solidaridad". La teoría de la microeconomía, con todo su aparato de modelos matemáticos, no parece realmente ir más allá que uno de esos predicadores ambulantes que dominan la retórica y el negocio. Similar crítica en McCloskey (19835[38].


NOTAS

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[3] Aquí debe notarse, que - como en el resto de las teorías neoinstitucionales, es precisamente la categoría de "institución" la peor explicada en ellas.

[4] Reichwald, R./Rupprecht, M. (1992): Einsatzmöglichkeiten von Informations- und Kommunikationstechnologien im Rahmen zwischenbetrieblicher Kooperation; en: Hermann, A./Flegel, V. (eds.): Handbuch des Electronic-Marketing - Funktionen und Anwendungen der Informations- und Kommunikationstechnik im Marketing. München: Beck: pp. 407-428.

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[11] Demsetz, H (1995): Demsetz, Harold (1995): The Economic of the Business Firm. Seven Critical Commentaries. Cambridge University Press (trad. Esp. 1997: La economía de la empresa. Madrid: Alianza): pg. 52.

[12] Dobson, J. (1994): Theory of the Firm - Beyond the Sirens. En: Economics and Philosophy, 10, pp. 73-89.

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Spremann, K. (1990): Asymmetrische Information (Información asimétrica), en: Zeitschrift für Betriebswirtschaft, 5/6; pp 561-586.

[18] Una situación irreal para el mismo planteamiento del problema de la agencia. Ver: Ross 1973): oc. p. 138.

[19] Jensen, M. / Meckling, W. (1976): Theory of the Firm: Managerial Behavior, Agency Costs, and Capital Structure. En: Journal of Financial Economics, nr. 1/2: pp. 305-360. Ver pag. 308.

[20] Demsetz, Harold (1995): The Economic of the Business Firm. Seven Critical Commentaries. Cambridge University Press (trad. Esp. 1997: La economía de la empresa. Madrid: Alianza): pp. 37 s.

[21] Ross, S.A. (1977): The Determination of financial structure: the incentive signalling approach. En: Bell Journal of Economics, pp. 23-40. Sugiere Ross que un management hábil de la empresa podría señalizar su capacidad operando a altos niveles de endeudamiento (lo que implica habilidad para gestionar riesgos financieros - una estrategia realmente peligrosa cuando se maneja en las llamadas "ingenierías financieras").

[22] Leland, H.E./Pyle, D.H. (1977): Informational asymmetrics, financial structure and financial intermediation. Journal of Finance, 32/2: pp. 371-387 (donde se argumenta que el apalancamiento está en relación directa a la equidad en el reparto de la propiedad de la empresa).

[23] Arrow, K.J. (1985): The ecomics of agency; en: Pratt, J. /Zeckhauser, R. (eds)(1985): Principals and Agents: The Structure of Business. Boston: Harvard Business School Press. pp. 37-51.

[24] Holmström, B.R. (1979): Moral hazard and observability. En: Bell Journal of Economics, 10: pp. 74-91.

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[25] Arrow (1985): oc.

[26] Eisenhardt (1989): oc. p. 60.

[27] Harmann-Wendels, Th. (1989): Principal-Agent-Theorie und asymmetrische Informationsverteilung. En: Zeitschrift für Betriebswirtschaft, 7: pp. 714-734.

[28] Lambert, R.A./Larcker, D.F. (1985): Executive compensation, corporate decision-making and shareholder wealth: A review of evidence. En: Midland Corporate Finance Journal, 2: pp. 6-22.

[29] Murphy, K.J. (1985): Corporate performance and managerial remuneration. An empirical analysis. En: Journal of Accounting and Economics, 7; pp.: 11-42.

[30] Baker, GP./Jensen, M.C./ Murphy, K.J. (1988): Compensation and incentives: Practice vs theory. En: Journal of Finance. 43: pp. 593-616.

[31] Waegelein, J.F. (1982): The Impact of Executive Compensation on Managerial Decisions: An Empirical Investigagion. Dissert. Pennsylvania State University.

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[33] Narayanan, M.P. (1985): Managerial incentives for short-term results, en: Journal of Finance, 40: pp. º469-1484.

[34] Baker, GP./Jensen, M.C./ Murphy, K.J. (1988): Compensation and incentives: Practice vs theory. En: Journal of Finance. 43: pp. 593-616.

[35] Gerum, E./Steinmann, H./ Fees, W. (1988): Der mitbestimmte Aufsichtsrat (el Consejo de Supervisión bajo la cogestión). Stuttgart.

[36] Picot, A./Michaelis, E. (1984): Verteilung von Verfügungsrechten in Grossunternehmungen und Unternehmungsverfassung (Reparto de los derechos de disposición en las grandes empresas y Constitución de Empresas). En: Zeitschrift für Betriebswirtschaft, 54: pp. 252-272.

[37] Swoboda, P./Walland, G. (1987): Zur Erfolgsabhängigkeit der Managerentlohnung in Österreich und zur Transparenz des österreichen Managermarktes (Sobre la dependencia del éxito en la remuneración de los managers en Austria y sobre la transparencia del mercado de ejecutivos austríaco). En: Journal für Betriebswirtschaft, 37: pp. 210-236.

[38] McCloskey, D. (1985): The rethoric of economics; Univ. Of Wisconsin. Trad. La retórica de la economía, 1990, Madrid-Alianza.