Instituciones y <b>Economía</b> (OZegadaC)

UN BREVE RECUENTO DEL ESTUDIO DE LAS INSTITUCIONES  EN LA CIENCIA ECONÓMICA

Oscar Zegada C.

Apunte para uso de los alumnos de la materia de Teoría de las Instituciones Económicas. Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba, Bolivia.

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La Economía, como toda disciplina, tiende a conformar un cuerpo de creencias, ideas, doctrinas y métodos  que hacen la concepción dominante en cada período histórico.  En las últimas décadas del siglo XIX surgió y se consolidó la “Economía neoclásica” (que algunos llaman “Economía convencional”, “Economía ortodoxa”, “Economía dominante” o  “mainstream economics”), constituida en la concepción económica predominante por más de un siglo. Si bien la Economía  neoclásica fue cuestionada fuertemente por la “revolución keynesiana”, se adecuó rápidamente al nuevo contexto  generando una variante teórica y aplicada que le permitió sobrevivir –la “Síntesis neoclásica-keynesiana”- (que adecua el keynesianismo al marco conceptual neoclásico en el modelo conocido como IS-LM) para, posteriormente, renacer con fuerza en la denominada “contrarrevolución monetarista” o neoliberal (vease Villarroel, 1985).

Más allá de las variaciones que distintas versiones de la Economía Neoclásica suelen presentar, hay dos elementos que pueden ayudarnos a caracterizarla en la perspectiva de su diferenciación con otras concepciones económicas: el tratamiento que realiza, por un lado, de la formación y cambio de las preferencias de los agentes económicos y, por otro lado, el que da a la regulación de las interrelaciones económicas (véase Bowles y Gintis, 1990).

Para la Economía Neoclásica individuos ya constituidos con gustos, valores y preferencias asumidos como datos da­dos, deciden y actúan racionalmente con la finalidad de maximizar su utilidad buscando su propio beneficio, en un marco de restricciones que también está dado. Estos individuos –cuya forma abstracta es el denominado “homo economicus” intercambian en el mercado constitu­yendo agregados, la oferta y la demanda, que se equilibran a determinados precios. Estos intercambios mercantiles se realizan en condiciones de completa libertad e igualdad, sin conflictos ni disputas, la información fluye libremente señalizada por los precios y los términos del intercambio son voluntariamente observados y regulados sin costo alguno para las partes. Consiguientemente la constitución de las preferencias de los  agentes económicos y la regulación de sus interrelaciones  en el mercado son consideradas variables exógenas, asumidas como dadas, por lo que no son objeto de análisis. Desde este punto de vista la Economía convencional se caracteriza  por una doble exogenización: de las preferencias y de la regulación. La consecuencia de esto ha sido dejar fuera del interés de la disciplina económica las bases y los procesos conductuales de los individuos en sus decisiones y prácticas económicas, así como todo el contexto social, político, histórico, cultural e institucional que configura el conjunto de circunstancias de las interrelaciones y decisiones económicas. La Economía convencional -al realizar la doble exogenización- redujo los fenómenos y procesos económicos a una sóla de sus dimensiones, la de los intercambios voluntarios en escenarios de mercado ya definidos.  

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Disconformes con algunos aspectos teóricos y metodológicos de la Economía Neoclásica, algunos de sus seguidores han propuesto introducir algunas modificaciones. Una de las más importantes en las dos últimas décadas ha sido la incorporación de las instituciones en el estudio de la Economía.

Una primera incursión ha dado lugar a la denominada Economía Neo Institucional (ENI); una segunda, mucho más incisiva hizo surgir la Nueva Economía Institucional (NEI). Puesto que ambas corrientes despegan del paradigma neoclásico dominante, algunos autores las ubican bajo un mismo marco teórico y metodológico; otros, al considerar que desde un comienzo exhiben importantes diferencias,  se inclinan por distinguirlas claramente.

Los que agrupan bajo un mismo techo a la ENI y a la NEI, aunque reconocen que los desarrollos teóricos y propuestas metodológicas del máximo exponente de la NEI, Douglass North, ameritarían un acápite aparte, terminan incorporando a la NEI en la ENI al considerar que ambas operan en la periferia del paradigma neoclásico (vease  Parada, 2005; Prats, 1998; Caballero, 2004).

Los economistas que prefieren diferenciarlas argumentan que la ENI no se aleja del paradigma neoclásico ya que si bien modifica su “cinturón protector”, al incluir en su estudio los derechos de propiedad, los costos de información y los costos de transacción, mantiene el “núcleo duro” de la economía neoclásica: preferencias dadas y estables, elección racional, equilibrio estático.   Mientras tanto la NEI, además de modificar los mismos aspectos del “cinturón protector” de la Economía Neoclásica  introduce cambios en su núcleo duro al sostener que los individuos no hacen elección racional, no maximizan -solo satisfacen- y no tienen preferencias que puedan ser consideradas como dadas, conservando solamente los supuestos de escasez y competencia (vease Eggertsonn, 1995).

Esta posición que diferencia  entre la ENI y la NEI parece haberse reforzado con el último libro de North, 2005 que a decir de Caballero y Kingston, 2005 “… vuelve a retar a los economistas a comienzos del siglo XXI, en una obra que rompe las fronteras tradicionales de la ciencia económica”, al abordar el proceso del cambio económico adoptando “…  un enfoque multidisciplinario que trata de integrar los factores políticos, culturales, sociales, cognitivos e históricos, y …. (que además)…  ‘construye un puente’ entre la ciencia económica y la ciencia cognitiva.” (pg.  334).

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Mucho antes que los neoclásicos insatisfechos hubieran incursionado en el mundo de las instituciones, varias corrientes económicas ya habían tomado en cuenta a las instituciones. La disciplina como tal, cuando se definió con el trabajo del denominado “padre” de la Economía, Adam Smith, incluía un importante componente institucional que fue mantenido por la tradición de la escuela clásica en el marco de Economía Política, denominación que tuvo la ciencia económica hasta fines del siglo XIX,  que con la palabra “Política” precisamente denotaba  la importancia que se le asignaba a lo no-económico  en el estudio de los fenómenos económicos.

A fines del siglo XIX, mientras la Economía Neoclásica se fue desarrollando cerrada al ámbito de lo económico, el historicismo alemán mantuvo lo no-económico y las instituciones dentro el campo de su interés (vease Gravovettet and Swedberg, 1992).

Por su lado, Karl Marx había incorporado ampliamente las instituciones en su estudio del capitalismo. El proceso social  de reproducción de la relación trabajo-capital, la reproducción ampliada que reproduce al capital como relación social integrando las esferas de la produción, la circulación y la reinversión del plusvalor, diversas menciones que se hacen en el Tomo I de El Capital y los Grundrisse a la importancia del dinero y del hogar como ámbito de reproducción de la fuerza de trabajo, la introducción de las instituciones de la moneda y el crédito en el Tomo III de El Capital, así como sus trabajos en lo que se denomina materialismo histórico sobre la relación base-superestructura, el derecho, el Estado, la ideología, etc., revelan la plena inclusión de las instituciones en el trabajo de Marx (véase al respecto O´Hara, 2000; también Pejovic, 1979. Este último llama a Marx el primer institucionalista en la ciencia económica).

Max Weber, a su vez, dedicó no pocos esfuerzos a promover la apertura del estudio de los procesos y fenómenos económicos a los valores, la cultura, la política y las instituciones, siendo considerado uno de los predecesores e inspiradores del institucionalismo en la ciencia económica y de la denominada “sociología económica” (vease Ayala, 1999).

Pero sin duda, la Economía Institucional Tradicional, llamado también institucionalismo tradicional o “viejo institucionalismo”, fue la escuela del pensamiento que más incorporó las instituciones en la Economía (algunos de sus más destacados integrantes son Thorstein Veblen, Wesley Mitchell, John Commons, Clarence Ayres, William H. Hamilton, Richard Ely, Carlton Parker). Desarrollado en Estados Unidos a inicios del siglo XX, con un sentido fuertemente crítico a la Economía Neoclásica  que se tornaba predominante, el institucionalismo tradicional dedicó sus esfuerzos a “… combinar las categorías propias del análisis económico y de la teoría de las instituciones para estudiar el impacto de las instituciones, la legislación económica, los valores y la cultura  en el comportamiento económico de individuos y grupos, …” (Ayala,  1999, pg. 35.)

La figura más destacada en esta corriente fue Thorstein Veblen, que marcó el enfoque institucionalista con una concepción de la Economía que enfatizaba la explicación de las motivaciones de la conducta humana dando   importancia a los hábitos y las costumbres que constituyen el marco institucional de la economía, cuyo surgimiento, modalidades, efectos en la economía y sus transformaciones en el tiempo, son propuestos por este autor como el objeto de estudio de la ciencia económica.

Veblen sostenía que la Economía debía ser concebida como una ciencia evolutiva orientada a descubrir las relaciones de causa y efecto en los procesos históricos, sin esperar que los procesos económicos se dirijan en una determinada dirección establecida de antemano; por ello la Economía tendría que sujetarse a una causalidad acumulativa desapasionada (vease Villena y Villena, 2005). La elaboración teórica de Veblen es amplia y compleja. Algunas de sus principales contribuciones al institucionalismo que aquí nos interesa resaltar son: la importancia que asigna a  la articulación  de los fenómenos económicos con los fenómenos culturales y sociales, su estudio de la evolución de las instituciones y de la economía no exenta de conflictos en procesos de causalidad acumulativa en los que la história es fundamental, y el considerar a las instituciones como “… la unidad básica de análisis de la ciencia económica” (Villena, M. y Villena, M., 2005, pg. 14).

Posteriormente esta escuela fue denominada “Economía Institucional” (Institucional Economics) en 1918 por Walton Hamilton en una reunión de la American Economic Association. La Economía Institucional fue por él caracterizada de la siguiente manera:

el objeto de estudio propiamente dicho de la Economía son las instituciones;la Economía debe estar basada en una teoría aceptable de la conducta humana;el institucionalismo debe tener éxito donde la economía neoclásica falla: discernir la variedad de situaciones institucionales que afectan a los individuos y que son la fuente principal de las diferencias en su conducta.

(Vease Hodgson, 2000).

Hay consenso en que la Economía Institucional tradicional fue dominante en Estados Unidos hasta 1945, cuando comenzó a ser desplazada por la Economía Neoclásica. Empero sus líneas básicas de trabajo no han desaparecido y han sido cultivadas por economistas conocidos como John K. Galbraith, Gunnar Myrdal, Allan Grunchy (vease Caballero, 2004) y en los últimos años rescatadas y desarrolladas por economistas como Greoffrey Hodgson, Shigeto Tsuru, William Kapp y  Allan Schmid (vease Kapp, 1968 y Tsuru, 1993).  Gracias a estos esfuerzos es hoy en día posible  referirse a un “Institucionalismo Tradicional Nuevo” que, con base en los avances del institucionalismo de las primeras décadas del siglo XX, plantea:

1)     no adscribirse a ninguna propuesta política específica;

2)     utilizar ideas y datos de disciplinas como la psicología, la sociología y la antropología, que enriquecen el análisis de las instituciones y el comportamiento humano;

3)     puesto que las instituciones son el elemento crucial en la economía, los economistas tienen que estudiar las instituciones y los procesos de preservación, innovación y cambio institucional;

4)     entender la economía como un  sistema abierto y en evolución, situado en un contexto natural, afectado por los cambios tecnológicos y sumergido en conjuntos de relaciones sociales, culturales, políticas y de poder;

5)     considerar que la noción de agentes económicos individuales  como maximizadores de utilidad es inadecuada y equivocada, ya que los individuos están influidos por aspectos culturales y sociales, afectados de manera fundamental por las instituciones mediante una “causación retroalimentada reconstitutiva” (reconstitutive downward causation) (vease Hogson, 2000).

Con base en esto, Hodgson (2000) resalta que lo que caracteriza al institucionalismo tradicional –nuevo y viejo- a diferencia de las corrientes institucionalistas neoclásicas, es la idea de que las preferencias y la conducta de los individuos están constituidas y orientadas por el contexto institucional (normas, reglas, hábidos, costumbres, que los envuelven), y que a su vez el contexto institucional está influido y constituido por los individuos en su interrelación, en un reconocimiento de que tanto las instituciones dependen de los individuos como los individuos de las instituciones

Hoy en día las corrientes institucionalistas provenientes de la tradición estadounidense son muchas y variadas, por lo que difícilmente se puede hablar de una única escuela institucionalista. Los referentes son más generales del institucionalismo son los economistas que forman parte de la Association for Evolutionary Economics (AFEE) -que publica the  Journal of Economic Issues (JEI) desde 1967- y los de la Union for Radical Political Economics (URPE) -que desde 1969 publica the Review of Radical Political Economics (RRPE)-, agrupando a un variopinto conjunto de economistas agrupados bajo la genérica denominación de “radical economics”, bajo cuyo paraguas aparecen, entre otros, los institucionalistas radicales, institucionalistas neoveblenianos e institucionalistas neomarxistas (para una referencia detallada véase, O´Hara, 2000).

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Las instituciones y su relación con la economía también han sido trabajadas por la denominada Escuela Regulacionista Francesa. Habiendo aparecido en Francia en los años 70, se ha venido desarrollando con base en los aportes básicos de Michel Aglietta, Robert Boyer, Alain Lipietz, Robert Boyer, Jaeques Mistral, Hughes Bertrand y otros agrupados en el Centre d’Etudes Prospectives dEconomie Mathématique Appliquées a la Planification (CEPREMAP). Otra  corriente del regulacionismo francés considerada importante se desarrolló más o menos en la misma época en Grenoble encabezada por Gérard Destanne de Bernis. Algunos estudiosos de esta corriente mencionan la existencia de hasta siete corrientes que formarían parte de la Escuela Regulacionista (véase Bustelo, 1994).

Los regulacionistas franceses han sido caracterizados como una corriente que intenta renovar el pensamiento y el análisis económico marxista, justo en el momento en que la Economía Neoclásica se fortalecía con la oleada neoliberal y el derrumbe de los regímenes de los países del Este que, como se sabe, se habían proclamado depositarios del pensamiento de Marx.

Pablo Bustelo, 1994, encuentra tres fuentes que nutrieron a la Escuela de la Regulación:

(1)    La crítica de Louis Althusser al marxismo ortodoxo mecanicista, que enfatizó un enfoque totalizador de los procesos de reproducción social, superando las visiones mecanicistas de la relación fuerzas productivas-relaciones de producción y base-superestructura.

(2)    El desarrollo del pensamiento regulacionista en matemáticas, biología e historia, que aportó la noción de un orden que no tiene un fin predeterminado en sí mismo, y que a pesar de mantenerse abre posibilidades para las transformaciones con actores, que son tanto los estabilizadores del orden como sus transformadores.

(3)    Los trabajos de J. M. Keynes sobre la inestabilidad estructural del capitalismo y la necesidad de una política económica de regulación del mercado. Los regulacionistas también se apoyaron en los trabajos de Michael Kalecki, particularmente “… en su representación del circuito económico (más cercana a Marx), en su óptica dinámica (y no estática, como en la Teoría general de Keynes) del proceso de inversión y en la identificación de movimientos cíclicos y/o acumulativos …” (Bustelo, 1994, pg. 155).

El estudio de la economía capitalista de la Escuela Regulacionista Francesa se asienta en el concepto de modo de desarrollo, que es la combinación del régimen de acumulación y del modo de regulación. Mientras el régimen de acumulación hace referencia a la organización de la producción, la distribución, el uso y consumo, el modo de regulación son las instituciones: “… el conjunto de normas, implícitas o explícitas, de mecanismos de compensación, de dispositivos de información que ajustan permanentemente las expectativas y los comportamientos individuales a la lógica de conjunto del régimen de acumulación. Esas normas se refieren fundamentalmente a la forma de determinación de los salarios, al tipo de competencia entre empresas y al modo de gestión monetaria, aunque también a la manera en que se insertan las empresas nacionales en la economía mundial y a las modalidades de intervención del Estado en la economía. La estabilidad o reproducción duradera de un régimen de acumulación depende de su articulación con un determinado modo de regulación.” (Bustelo, 1994, pg. 156).

Desde la cuestión que nos interesa en este trabajo, el más reconocido aporte de la Escuela Regulacionista Francesa es que la acumulación capitalista no está en condiciones de regularse por sí misma, requiriendo de un marco institucional (un modo de regulación) que, codificando las relaciones sociales en determinadas formas institucionales, contribuye de modo importante a estabilizar la economía, articular lógicas e intereses de diversos actores atenuando sus contradicciones, facilitando el ciclo del capital, y contribuyendo así a la acumulación de capital.

En breve, el análisis de la Escuela Regulacionista Francesa  muestra que un determinado modelo de organización del trabajo requiere de un modo de consumo que permita la realización del valor excedente configurando un régimen de acumulación históricamente determinado. Este a su vez necesita acompañarse de un marco institucional (modo de regulación) que codifica las normas, las relaciones salariales, la gestión de la moneda, la competencia, la relación con la naturaleza, la adhesión a la economía internacional, la forma del estado, que al corresponderse con el régimen de acumulación, hace posible un modo de desarrollo que permite caracterizar los procesos básicos del desarrollo de la economía capitalista.  Con base en ello es posible diferenciar fases en el desarrollo de la economía capitalista que van a depender de la dinámica contradictoria del régimen de acumulación, su interrelación con el modo de regulación que dan a lugar a modos de desarrollo que se constituyen, entran en crisis y se reconstituyen, respondiendo a las especificidades de cada economía (Véase Neffa, ….)

Mientras la Escuela Regulacionista Francesa desarrollaba sus elaboraciones teóricas y analíticas, en Estados Unidos se comenzó a desarrollar una corriente similar denominada “Social Structures of Accumulation” (Estructura Social de Acumulación). David Gordon, economista de la New School of Social Research en New York,  dio inicio a esta corriente planteando una explicación de la crisis que azotaba a la economía capitalista en los años 70 con base en la idea de que la acumulación de capital precisa de ciertos factores institucionales sin los cuales no puede realizarse (Gordon, 1978).  Así, acuñó el término Estructura Social de Acumulación  para designar el conjunto  de instituciones necesarias para la acumulación capitalista, sin las cuales no sería posible dar cuenta de los períodos de expansión y contracción de la economía, criticando las teorías que tratan de explicar los periodos de prosperidad y estancamiento sin tomar en cuenta la estructura y contradicciones de las relaciones sociales que condicionan la acumulación de capital y la dinámica económica (vease  Kotz, McDonough and Reich, 1994).

El enfoque de la Estructura Social de Acumulación adquirió forma definitiva  en el libro “Segmented Work,  Divided Workers: The Historical Transfornation of Labor in the United States” publicado por Gordon, Edwards y Reich en 1978, en  el cual se trata de desarrollar una teoría endógena de la crisis que, además de tomar en cuenta los aspectos estrictamente económicos,  incluía a las instituciones políticas e ideológicas colocándolas en el centro de la teoría del crecimiento y las crisis (Kotz, McDonough and Reich, 1994).

Según Kotz, McDonough, and  Reich, 1994, el enfoque de la Estructura Social de Acumulación toma elementos del marxismo, del keynesianismo y del institucionalismo tradicional.

Toma del marxismo la interdependencia de los aspectos económicos, políticos, sociales e ideológicos;  la idea de que el desarrollo de un sistema tiende a socavarlo en el tiempo; el énfasis en los conflictos de clase y el ejercicio del poder como factores determinantes del desarrollo político y social, y la importancia de la acumulación de capital  para el desarrollo de la sociedad capitalista.Del keynesianismo rescata  el concepto de incertidumbre y sus efectos en las decisiones de inversión: una “adecuada” Estructura Social de Acumulación facilita la inversión ayudando  a que haya mayor certidumbre, estabilidad y predecibilidad para la toma de decisiones de inversión.También es posible encontrar  influencias de la tradición institucionalista  estadounidense proveniente de los trabajos de Thorstein Veblen y John Commons, que al resaltar la relación entre las instituciones y el comportamiento económico enfatizan la importancia de las instituciones para la economía y el estudio de la evolución de los sistemas económicos en el tiempo. Empero, a diferencia de los enfoques institucionalistas tradicionales,  el de la Estructura Social de Acumulación trata de establecer regularidades y hacer generalizaciones.

Finalmente, el enfoque de la Estructura Social de Acumulación se desarrolló en diálogo permanente con las teorías de las ondas largas de Nicolai Kondratiev y Joseph Schumpeter, en el esfuerzo por encontrar explicación a los ciclos macroeconómicos del capitalismo.

Como se ha podido apreciar en este breve recuento de las corrientes que se han esforzado por integrar las instituciones en el estudio de la economía capitalista, la exclusión de las instituciones que hace la Economía Neoclásica no fue ni es compartida por otros enfoques de la Economía que mantienen presentes a las instituciones en su investigación del desarrollo histórico, tendencias, características y contradicciones de la economía capitalista. Más aun, incluso al interior de la propia Economía Neoclásica la necesidad de comprender mejor el funcionamiento de la economía llevó a la incorporación de las instituciones en el análisis económico y en el estudio de los patrones históricos del desarrollo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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