Una reflexión en la teoría del desarrollo: la <b>nueva economía</b> <b>...</b>


Las líneas teóricas que alimentan la NEI se sustentan en gran medida1 en las consideraciones del Premio Nóbel de Economía en el año 1993, Douglas C. North, quien desde su visión, declara como objeto de interés inicial las diferencias en el comportamiento de unos países respecto a otros y define cuáles procesos marcan el inicio y la tendencia del crecimiento continuo de algunas regiones y el retraso relativo de otras. Esta temática ha sido tratada en obras de otros autores, pero cada análisis es resultado del grado de objetividad con que cada uno se ha proyectado, y por tanto, existen diferencias en cuanto a las posibles soluciones que cada uno ha planteado. Tampoco es novedoso en el ámbito de las Teorías del Desarrollo Económico, la introducción en el análisis del concepto de las instituciones y su papel a desempeñar que hace North, más bien retoma elementos presentes en el pensamiento de los clásicos de la Economía Política. Sin embargo, trata de incorporar elementos antes discriminados en el análisis (como la Política, los sistemas de justicia, la existencia de redes sociales de cooperación, las normas de conducta, entre otros.)


Esta nueva perspectiva se concentra en el rol que deberán desarrollar las instituciones, refiérase fundamentalmente al Estado, en el desarrollo económico – social de la humanidad, planteando como concepto clave la necesidad en disminuir costos de transacción2, los que existen en todos los ámbitos de la interacción humana y su accionar colectivo, sus relaciones sociales, confrontado con la racionalidad individual.


Según se expone en el cuerpo teórico de la Nueva Economía Institucional, las instituciones deben actuar para disminuir la incertidumbre de los agentes y por ello, deben implantar las reglas, normas, leyes que lo faciliten para así disminuir los costos de transacción. Las instituciones en este sentido deben tener la habilidad para estimular el cambio y las actitudes productivas, delimitar satisfactoriamente los derechos de propiedad, los contratos, gestionar la actividad económica de manera efectiva. “.… La NEI añade las instituciones como elementos determinantes y analiza el rol de los costos de transacción y la conexión entre instituciones y costo de producción”3.


Para North, la clave para que las organizaciones y los individuos logren mayores beneficios está en el entorno institucional, en los agentes institucionales, que son los que ofrecen los incentivos necesarios para ello; contraria a la óptica (por ejemplo, Milton Friedman) que plantea la necesidad de intervención estatal o institucional para que el mercado funcione de forma más eficiente, es decir, para Friedman, el Estado deberá intervenir cuando las empresas no sean capaces de lograr la eficiencia, solo así el Estado se verá como el órgano que enderece la economía. Sin embargo, para el enfoque neo - institucional, el estado es el protagonista siempre y el motor impulsor.


Douglas resalta la importancia que adquiere la optimización del beneficio de las personas, y el establecimiento de las condiciones para que se logren acuerdos entre distintos grupos de intereses. Es decir, ve a la institución como facilitadora en un proceso de negociación, y como agente que permite la maximización de los beneficios al individuo, no como actor pasivo.


Entonces el motor del crecimiento es según esta perspectiva, la estructura institucional y organizacional y sus repercusiones en el grupo de incentivos que generan procesos productivos más eficientes, innovadores y capaces de generar reglas, políticas que delimiten con claridad los derechos de propiedad. La NEI defiende la tesis de que la estructura institucional adecuada no solo permitirá niveles de crecimiento económico, sino que en aquellas sociedades donde se logre un marco institucional correctamente establecido, se lograrán externalidades positivas que favorecerán a toda la población. Por el contrario, la actuación distorsionada de la estructura institucional, proporcionará un Instituciones (Estado) Incremento del Beneficio Organizacional Incremento del Beneficio del Individuo Crecimiento Económico País Externalidades Positivas desorden social que traerá como consecuencia efectos negativos en la producción, en los intercambios, en los niveles de beneficios del individuo, que terminarán en la degradación de los niveles de vida de la sociedad.


“De acuerdo con la interpretación Neoinstitucional, gran parte del éxito alcanzado por las sociedades occidentales avanzadas se debe a su evolución hacia contextos institucionales que favorecen los cambios incrementales continuos, que incentivan mayor representatividad de los actores, la autonomía de sus dirigentes y la deliberación permanente sobre los nuevos equilibrios institucionales necesarios”4. Y sobre este discurso se plantea, está la dirección de la solución para América Latina.


Quizás nuestros pueblos latinoamericanos han sido víctima durante la historia de un marco institucional estrecho, con carácter burocrático y definido por su interés hacia el enriquecimiento, que ha restringido en gran medida el intercambio y la obtención de ganancias potenciales derivadas de la implementación de tecnología moderna. Sin embargo no podemos olvidarnos que la América Latina a lo largo de su historia, tanto como África y el resto, han sido el escenario oportuno, utilizado por lo países desarrollados para enriquecerse y crecer cada vez con una fuerza más despiadada, con mecanismos que marcan con mayor énfasis su carácter de explotados, de desposeídos; esos países que a través de la historia han dejado secuelas y no han permitido que a estos pueblos marginados, se les olvide quiénes son los que mandan, quiénes son los que dictan las leyes y políticas, quiénes son los que manipulan los recursos, los que manipulan los organismos internacionales como BM. Y en este razonamiento no se involucra la NEI, existe un desinterés por alcanzar la esencialidad del fenómeno. Sólo se reconocen los hechos observables a simple vista (el crecimiento económico de los asiáticos con una participación efectiva del Estado, la inestabilidad institucional de América Latina, pero el por qué de esta inestabilidad observable, eso no es de interés, no es lo que importa).


Entonces una y otra vez se plantea este análisis positivista, poco crítico, reducido a una ideología basada en juicios de hechos, donde “las cosas son como son”5.


Esta no es la “nueva teoría del desarrollo” que necesitan estas naciones, necesitamos despojarnos de un enfoque positivista cuando llega la hora de pronunciarse sobre estos términos, y verdaderamente se realice un análisis crítico de la situación de los pueblos atrasados, para así llegar a una tesis coherente sobre las perspectivas de desarrollo para la América Latina, África y el resto de los países que sufren de esta situación.


La necesidad de explicar los procesos conduce a las escuelas de pensamiento burgués a buscar lo “nuevo”, pero con las limitaciones que su condición de clasista les impone, según “…… las necesidades de la clase en el poder”6. Organismos internacionales como el PNUD, BM, CEPAL, parecen estar de acuerdo con la tesis que sobre las causas del desarrollo, proponen los neoinstitucionalistas, sobre la base de sus juicios de hechos. Sin embargo, ya puestos de acuerdo, académicos y organismos internacionales, lo que sigue sería la implementación de políticas y acciones que permitan a las naciones atrasadas transitar hacia el crecimiento económico. Pero, por el contrario, nos encontramos ante la realidad de que esos organismos representan los intereses de las naciones más desarrolladas del planeta, lo que limita su proyección de una forma más objetiva y la devuelve al plano de análisis y acción del pensamiento económico que históricamente ha validado.


Este “nuevo” discurso, ha sido planteado por escuelas de pensamiento capitalistas limitadas en su enfoque a su condición. Aunque en el análisis se establecen los procesos políticos como un elemento fundamental en el desempeño de las economías y causantes de desigual comportamiento de éstas y de la existencia de mercados ineficientes; no se profundiza ni se realiza un análisis valorativo que navegue al fondo de estos fenómenos. Con lo cual podríamos en este sentido darle la razón a Kuhn (pues los neoinstitucionalistas no se caracterizan por su carácter revolucionario y osado, sino por su carácter conservador. Siguen las reglas del juego, no se salen de ellas para analizar la verdadera esencia del problema). O bien volver a referirnos a la adopción de un enfoque positivista (la institucionalización está dada por la conversión de científicos y filósofos en funcionarios del Estado, por tanto se carece de un pensamiento crítico que pretenda verdaderamente entender lo que pasa, y se asume un pensamiento que se concentra en la descripción), es decir, la visión está supeditada a lo que quieren y aceptan los que tienen el poder.


Desde la óptica de North, “la evolución de las instituciones no obedece a una simple lógica del mercado que propicia la aparición de arreglos institucionales cada vez más eficientes, sino que el entorno institucional presenta los incentivos”7, discurso que se encuentra en consonancia con la idea que planteábamos de que según los neoinstitucionalistas, gran parte del éxito alcanzado por las sociedades occidentales avanzadas se debe a la evolución hacia contextos institucionales que favorecen el crecimiento y desarrollo de esas economías; en su análisis sólo se toma una parcela de toda la revelación que podría deducirse de las experiencias occidentales, desprovistos de toda la influencia que en ello pudo tener las relaciones sociales, la historia, la cultura, las crisis económicas que sufrieron y su forma de manifestación, etc.


Pero además, no se puede hacer alusión al “éxito” occidental como premisa o referencia para el contexto latinoamericano, nuestras bases socio – económicas son distintas, nuestra historia lo es también. Las posibles soluciones para los problemas de desarrollo económico que enfrentan estos pueblos, no pueden adolecer de brindarle la importancia que requiere en el proceso el factor humano y las condiciones reales que padecen esas sociedades. Por ello, resulta provechoso siempre buscar alternativas propias, aunque sin negar el aporte que a ello constituiría las experiencias pasadas y/o las experiencias del resto del mundo. Tenemos que trascender el plano de lo observable del enfoque positivista para llegar a la esencia que nos permitirá proyectarnos.


Es imposible estar en desacuerdo con la necesidad de un estado que sea capaz de suplir en la medida de lo posible los elementos que el mercado no puede proporcionar (orden constitucional, leyes, regulaciones) que posibiliten el incremento del bienestar de la sociedad, pero no al extremo de la intervención pública planteada por Hayek o Friedman del Gobierno fuerte, que impone el respeto por las leyes del mercado donde vence el más fuerte, y donde son favorecidos los más ricos, no es este el modelo de gobierno ni de instituciones internacionales que necesitan los países atrasados. Aunque la teoría de la NEI reconoce el papel benévolo del estado que necesitan las naciones subdesarrolladas, desde su concepción positivista, no es capaz de desplegar un análisis fenoménico, de expresar que la actitud asumida por los gobiernos de los países poderosos debe variar, porque cada vez son más hostiles en el trazo de sus políticas exteriores. La verdadera contribución que deberían adoptar estos países para que los desfavorecidos puedan crecer, no es voluntad todavía. Por ello esta concepción se vuelve un pensamiento afirmativo, incapaz de cuestionarse la esencia.


Así, aunque la NEI trata de incorporar elementos antes discriminados en el análisis o abordados desde otra perspectiva, como son la política, los sistemas de justicia, la existencia de redes de cooperación que disminuyan los costos de transacción, todavía se queda en la superficie, pues nace supeditada a los intereses dominantes.


Mientras la ciencia de nuestros días continúe enajenada de la verdad que impone cada vez con más fuerza el análisis de la realidad social, de sus condiciones estructurales, de su condicionamiento histórico, el análisis integrado de lo económico con lo social, lo sustentable (económico - ambiental), es decir, mientras no trascendamos el juego positivista a la hora de aportar un pensamiento científico – filosófico que contraste paradigmas burgueses que han dominado, estaremos consumiendo propuestas y/o fórmulas inadecuadas que no se acercan a las necesarias para abordar nuestra problemática en su esencia.

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Lic. Saylí Sarría Castillo

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